La vida tal, y como la entendíamos hasta entonces, se paró definitivamente a finales de marzo en todo el país y prácticamente en todo el mundo. Extremadura no fue una excepción. El Gobierno de España publicaba, tras su aprobación en un consejo de ministros extraordinario, un real decreto ley en el Boletín Oficial del Estado que restringía la movilidad de los ciudadanos y suspendía toda actividad que implicara desplazamientos y que no fuera considerada esencial en el país. Era una medida drástica pero necesaria para detener el avance del covid-19 en una coyuntura donde reinaba la incertidumbre. Era el Real Decreto-Ley 10/2020, de 29 de marzo, por el que se regula un permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena que no presten servicios esenciales. Complementaba al Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declaró el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria.

La vida se detenía pero no del todo. Había actividades que desde el propio Gobierno se consideraba que eran esenciales para la marcha del país. Eran unas 25 en total. En Extremadura se ha querido reconocer con el máximo galardón regional el trabajo abnegado realizado por esos ciudadanos que tuvieron que realizar actividades indispensables en nuestro día a día y sobre las que no habíamos reparado hasta el momento. En muchas ocasiones realizaron su trabajo en situación de vulnerabilidad, sin las protecciones necesarias en medio de una pandemia mundial.

Hombres y mujeres de Extremadura se ocuparon del abastecimiento primordial de los alimentos del campo, asistieron a las fábricas de alimentos procesados y a los supermercados y comercios y de todos aquellos productos de primera necesidad que permitían las mejores condiciones de permanencia en domicilios y residencias. El resultado fue que no hubo restricciones o escasez de productos y servicios básicos, públicos o privados. La ciudadanía, a pesar de todo, estuvo atendida. Y ese es un logro que ayer mereció la Medalla de Extremadura a quienes demostraron ser imprescindibles en la lucha contra el covid-19.

Por supuesto fueron considerados esenciales los profesionales sanitarios, los fabricantes y distribuidores de suministros, como los farmacéuticos. El cuidado a los mayores también tiene esa máxima categoría y los trabajadores de residencias de mayores, así como personas dependientes o personas con discapacidad. El decreto excluía a personas empleadas del hogar.

También fueron considerados esenciales los trabajadores de establecimientos de alimentación, bebidas, productos y bienes de primera necesidad, farmacias, ópticas y productos ortopédicos, productos higiénicos, peluquerías (corte a domicilio), quioscos y papelerías, gasolineras y áreas de servicio para atender a transportistas, estancos, de venta de equipos tecnológicos y de telecomunicaciones, alimentos para animales de compañía, comercio por internet, telefónico o correspondencia, así como venta a domicilio de comidas, tintorerías y lavanderías.

La medida del Gobierno también afectaba a establecimientos de vehículos de alquiler y talleres mecánicos, por órdenes anteriores. Los trabajadores de medios de comunicación, impresión y distribución y agencias de noticias entraban también a formar parte de lo esencial, para garantizar el derecho a la información veraz de los ciudadanos. También entraron en esta categoría los trabajadores de los 371 hoteles que han sido declarados como servicios esenciales. En Extremadura también hubo una lista de hoteles que se puso al servicio de los ciudadanos, acogiendo enfermos o profesionales de la sanidad.

Pocas veces reparamos en ello pero igualmente no dejaban de trabajar los operadores de servicios críticos o esenciales, como electricidad, agua, gas o telecomunicaciones.

No pararon los transportistas que abastecen al resto de servicios básicos. Y los servicios financieros, bancarios y de seguros pero «para la prestación de los servicios que sean indispensables».

No dejaron de funcionar los servicios de asesorías legales, gestorías administrativas y de graduados sociales, y prevención de riesgos laborales, pero solo en cuestiones urgentes, así como abogados, procuradores, graduados sociales, traductores, intérpretes y psicólogos que tengan que asistir a las vistas o procesos judiciales establecidos en los servicios mínimos.

Las víctimas de violencia de género también merecían especial protección, así como los que trabajaban en Instituciones Penitenciarias, de protección civil, salvamento marítimo, salvamento y prevención y extinción de incendios, seguridad de las minas, y de tráfico y seguridad vial.

Fueron esenciales los trabajadores de empresas, centros de I+D+I y biotecnológicos vinculados a la lucha contra el covid-19, los servicios funerarios y veterinarios.

Las notarías y los registros estaban también abiertos, pero solo para los servicios esenciales y previa cita. Entraron en esta categoría los servicios de limpieza, mantenimiento, reparación de averías urgentes, vigilancia y gestión de residuos.

Otros colectivos profesionales esenciales fueron los trabajadores de Centros de Acogida a Refugiados y en los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes, los servicios meteorológicos, los trabajadores de Correos, quienes trabajen en distribución y entrega de productos comprados por internet. El real decreto ley finalizaba con esta coletilla: «Y cualesquiera otras que presten servicios que hayan sido considerados esenciales», con lo que se dejaba abierta la puerta a la consideración de esenciales a muchos trabajadores más.

Garantes

En los momentos más duros del confinamiento los ‘esenciales’ fueron los auténticos ángeles de la guarda de la sociedad y se ocuparon de que el abastecimiento de alimentos, agua y electricidad fuera posible sin interrupciones, mermas o deficiencias.

Igualmente, no puede olvidades el papel de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que en todo momento se ocuparon de que se cumplieran las medidas dictaminadas por el gobierno al milímetro.

La sociedad pudo tomar conciencia de la importancia de muchos de sus ciudadanos y profesionales, que desarrollan su labor cada día de forma callada y que son vitales para su funcionamiento.

El Periódico Extremadura les dedicó un suplemento especial en el que se recogía la labor y el testimonio de muchos de estos trabajadores.