Pablo Campos Palacín, Medalla de Extremadura y miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, abordó la dimensión económica de la dehesa. Así, comentó que las producciones comerciales forestales, con excepción de la montanera, como el pasto, el corcho y la leña, tienden a declinar como fuentes de renta comercial del propietario de la tierra. Las podas del arbolado y las cortas del matorral tienden a desaparecer y, en consecuencia, se produce un doble efecto según las condiciones del medio natural; por una parte, el abandono se manifiesta en una creciente ´matorralización´ y, por otra parte, se asiste a una degradación de los pastos por los efectos del pastoreo indiscriminado y el pisoteo del ganado intenso y constante. Todo ello contrasta con los altos precios que alcanzan las transacciones de fincas. Abordó también la gestión económica pública que se manifiesta en el gasto que realizan las administraciones en la lucha contra los incendios forestales, servicios prestados a los visitantes públicos, conservación de hábitats y especies salvajes, y otros servicios de gestión del medio natural. Sin embargo, dada la gran extensión que ocupa la dehesa, la aplicación de una política de incentivos públicos requiere priorizar los tratamientos forestales. Dependiendo de la intensidad de la decadencia comercial de la dehesa, será necesario admitir el abandono de parte de su territorio a grados de intervención mínimos y nulos, y se ha de emplear el dinero público en el territorio donde se generan mayores beneficios ambientales públicos. Fernando Pulido, profesor de Ingeniería Forestal, cerró la jornada de ayer con la conferencia ´Bosques y Cambio Climático: el caso de la Dehesa.