El descenso de aquel equipo en el año 2000 fue un auténtico mazazo. Fue ante el filial del Betis, que llegaba habiendo bajado ya de categoría. Sin embargo, un gol en el tiempo añadido del equipo sevillano, con Joaquín como figura, condenó al Cacereño a los infiernos de la Tercera División. Las lágrimas de Aitor Bidaurrázaga lo dijeron todo.