El Cacereño ya es centenario. Cien años de existencia bien merecen denominarle con justicia club histórico. Es el más representativo de la ciudad y el más veterano de la región. Todo arrancó cuando, tras tímidos balbuceos, se constituyó su primera junta directiva encabezada por don Lorenzo Alcaraz aquel 18 de abril de 1919.

A la nueva criatura futbolera se la bautizó con el nombre de Deportivo Cacereño, pero en el proceso evolutivo de ayer a hoy las situaciones han definido la identidad de nuestro club que nació siendo solo eso, Deportivo, para convertirse más tarde en club deportivo y ya en los años 70 Club Polideportivo. En este caso se tuvieron que modificar los estatutos para así poder solicitar y recibir de los organismos deportivos nacionales las subvenciones que coadyuvaran a financiar la construcción del estadio Príncipe Felipe.

Lo más reciente ha sido la inclusión de las siglas S.A.D. tras la reconversión en sociedad anónima deportiva, por lo que la propiedad y la gestión de la entidad ya no corresponde a la masa social con su junta directiva como brazo ejecutor, algo que tradicionalmente había venido sucediendo desde su fundación. A partir de febrero del año 2000 todas las decisiones son adoptadas por lo que determinen los miembros del consejo de administración que en definitiva son los que suscribieron las acciones que en su día salieron a la venta tras haberse determinado el capital social.

Entonces y de manera lamentable la respuesta de la ciudadanía fue prácticamente nula y ni siquiera el ayuntamiento invirtió una sola peseta en la adquisición de un paquete accionarial que le hubiera permitido tener un representante en el concejo de administración, como ha ocurrido en casos semejantes en otras ciudades. Pero aquí somo así. Y tuvieron que venir de fuera para hacerse con la propiedad. Y no una, ni dos, ni tres veces.

Hoy son muchos los que consideran que fue un error la conversión del club en S.A.D, en aquella asamblea diciendo sí a la propuesta. Tenía el club su propio patrimonio cuyos pilares fundamentales eran el bingo y el estadio, atractivos más que suficientes como para llamar la atención a posibles inversores. Tras 19 años del cambio la evidencia está ahí: del bingo nunca más se supo y del estadio mejor no hablar porque es el auténtico cáncer.

Y es que, al ser de propiedad privada, los costes que suponen su mantenimiento constituyen la máxima dificultad, habiéndose llegado a un lamentable estado generando un deterioro que puede advertirse en muchas de sus secciones: un suministro anormal de agua y electricidad; unos servicios inadecuados; un marcador electrónico minúsculo; una torreta sin reponer; un césped que ya está pidiendo a gritos una renovación total, unos asientos que demandan su sustitución… Pero siempre que se toca el tema la respuesta es la misma, falta de presupuesto y lamentos de que sea Cáceres una de las pocas capitales de provincia que carece de un estadio municipal. Y esto hay que reconocer que es cierto. Porque cuando las instalaciones son de propiedad municipal sean del carácter que sean, incluso las deportivas, son atendidas y mantenidas como las de cualquier otro espacio ciudadano. Pero no ocurre así en Cáceres por lo que los gastos de mantenimiento deben ser acometidos por los propietarios. Nunca el ayuntamiento cacereño adoptó la decisión de construir con los fondos municipales un estadio para el equipo más representativo de la ciudad, porque fue el propio club el que había tomado la decisión de construirlo. Así las distintas corporaciones municipales se ahorraron los gastos de la construcción y del correspondiente mantenimiento. Y ya anteriormente lo mismo ocurrió con la Ciudad Deportiva que era cedida por la Delegación Provincial de Sindicatos para que el equipo disputara sus partidos. ¿Para cuándo podremos hablar del Estadio Municipal de Cáceres?

Cierto que desde el consistorio no faltan las correspondientes subvenciones anuales como ocurre con otros clubs deportivos y que, aunque tarde, se acaban percibiendo.

Y en esas estamos, pero con la incógnita de lo que pueda suceder con las instalaciones del estadio cuando llegue 2025, año en que se cumple el periodo que, como se contempla en los acuerdos tomados en su día «serán mantenidas en uso de la práctica del deporte durante cincuenta años como mínimo». ¿Qué pasara después? ¿Qué decidirá la propiedad? ¿Tendrá algo que decir el ayuntamiento, que fue quien subastó los terrenos?

El año del centenario coincide con un equipo dispuesto a dar el salto a la categoría superior como ya se vivieron acontecimientos parejos en este siglo de existencia. Con un nuevo y esperanzador proceso de cambio de propiedad que encabeza este vez el grupo inversor encabezado por el empresario Carlos Ordóñez y que cuenta con el respaldo y la confianza de la masa social, al tratarse de personas más vinculadas a la ciudad y no como en las anteriores experiencias, con grupos inversores no cacereños.

A pesar de los pesares, hay que agradecerles que un día, con su patrimonio, posibilitaran que el futbol siguiera vivo en Cáceres pero cuyos proyectos, ilusionantes en el momento de su desembarco, quedaron en promesas incumplidas por diversas razones y su adiós, incluso tras haber jugado en algunos casos con el sentimiento de la masa social y con el engaño de por medio.

Estamos en el año en que las celebraciones deberían ser la constante para conmemorar el evento. Y es que todos los ascensos conllevan orgullo y enriquecen el historial del club. Así fue a lo largo de la centenaria trayectoria, cuando ya en la temporada 51-52 se llegaba a la cota más alta alcanzando la Segunda División nacional. Era la primera vez que un club extremeño lo conseguía. Y aunque el equipo se ha movido en la mayor parte de su historia por la tercera división siempre hubo razones para soñar con excelentes plantillas y notables clasificaciones que se vivieron con intensidad en el campo situado en El Rodeo.

Luego y tras la creación de la Segunda División B en los años setenta llegaron más momentos inolvidables como los de las campañas 77-78, con Canal de presidente o la 86-87 con Cebriá y Pepe Bizcocho de entrenador. No me olvido de la 91-92 con José Félix Nevado como máximo mandatario y Tinín en el banquillo. Con Ángel Carrasco y Ángel Marcos volvimos a saborear un ascenso en la 95-96 repitiendo el técnico de Serradilla, pero ya con Félix Campo de presidente. La última alegría en forma de ascenso la protagonizó el equipo en territorio canario con Ángel Alcázar y Martínez Doblas.

Ahora es el club quien tiene la palabra para que el año del centenario sea una sucesión de vivencias que den brillo a tan larga vida. Todo lo que programe bien merece la pena. Pero sin lugar a dudas la mejor manera de celebrarlo sería viendo y disfrutando el ascenso a la Segunda División B. No conseguirlo sería otra vez un motivo de decepción y desencanto que no correspondería con las intenciones que se suponían en un año tan especial. Y cuando digamos adiós al 2019, a seguir sumando años de vida con la mejor salud deportiva posible.