He querido hacerlo una vez más, y no dejaré de hacerlo nunca, porque me dan fuerza, son la sabia de nuestra región y son los que, sin duda, ayudarán a vertebrar el territorio.

Me he sentado a charlar con un grupo de jóvenes, chicos y chicas, estudiantes, algunos, trabajadores, casi recién incorporados, otros, y soñadores todos y todas.

Me gusta debatir y discutir con ellos; escuchar sus argumentos y rebatirlos, como ellos hacen con los míos. Hemos hablado del Día de Extremadura y, sin preámbulos ni vericuetos extraños, me han llevado a hablar de sus pueblos, de los pueblos, del medio rural y del hueco que quieren para ellos.

Acudían a datos, “… según el Gobierno, el 83% de la población se concentra en el 16% del territorio...”; acudían a análisis, “… no es un buen dato para un desarrollo sostenible...”; acudían a preguntas, repreguntas y respuestas, “… ¿cómo hemos llegado a esta desvalorización del mundo rural?”, “… ¿quizá por esas ideas trasnochadas que se resumen en expresiones como ‘pareces de pueblo’ o ‘si no estudias al campo’?...” Pero también, y sobre todo, acudían al futuro, a la esperanza, a la no resignación: “Hay una cosa clara, y es que muchos jóvenes, hoy en día, vemos el medio rural no como una salida, sino como un proyecto de vida”. “¡Está claro! Hay muchas ventajas, como la calidad de vida, la disponibilidad de terreno, una vivienda más barata, la convivencia con el medio ambiente...”. “Hoy en día, además, vivimos en un mundo sin fronteras; hemos crecido con las nuevas tecnologías y todo lo que ello supone”. “Sí, porque podemos hablar de la comunicación terrestre, las carreteras que unen pueblos y ciudades, que en nuestra región, por cierto, son envidiables, pero hablamos también de la comunicación digital”. “Esa comunicación es la que está cambiando y tiene que cambiar más aún el medio rural; es la que nos acerca a cualquier parte del mundo...”. “A partir de ahí podemos hacer que nuestras empresas lleguen a donde queramos que lleguen”. “Y nuestros productos”. “¡Y nuestros conocimientos! Podemos contribuir a la tecnificación y al desarrollo de la ganadería, de la agricultura, del turismo, del medio ambiente, de las energías renovables, del ocio...”

Bien, les digo, ¿entonces? No pasan ni dos segundos. “Demos una vuelta a la imaginación entre todos; demos instrumentos a las empresas que favorezcan la inserción laboral en el medio rural”. “Enfoquemos un plan de autoempleo para los pueblos”. “Enfoquemos la formación y educación hacia el emprendimiento y hacia el mundo rural”. “Volvamos la mirada a los oficios”. “Exijamos la excelencia en la Formación Profesional”. “Movamos el mundo asociativo juvenil y exijamos a las instituciones una participación real de los jóvenes”. “Exijamos también programas para familias jóvenes en el mundo rural”...

Sí, escuchándolos me convencen de que hay una generación que está volviendo la mirada hacia el mundo rural, que se mueve con unos valores que están dando forma a una nueva ruralidad, una ruralidad por la que, desde Extremadura, hemos trabajado mucho, porque si de algo estoy convencida es de que desde la Junta de Extremadura, desde las diputaciones y desde los ayuntamientos hemos trabajado por un equilibrio y una ruralización que, a pesar de las dificultades que podamos encontrar en el camino, han hecho que podamos decir bien alto que no hemos cerrado ningún pueblo en nuestra región. A partir de aquí, sigamos trabajando por que los jóvenes puedan establecerse o no marcharse, si así lo deciden, de sus pueblos; puedan dar forma libremente a su futuro; puedan dejar volar su imaginación; puedan aplicar sus conocimientos; puedan rehabilitar la que será su vivienda; puedan contar con medios para la conciliación familiar; puedan viajar sin límites; puedan disfrutar del medio ambiente y que nunca se sientan desarraigados. Tenemos tierra, tenemos gentes y tenemos futuro. Este Día de Extremadura hablemos de eso, hablemos de futuro.