Luis Miguel Serrano (36 años) y Juan Carlos Fernández (34) están unidos por un vínculo más fuerte que la amistad. Ambos son los Jarramplas de este año, que es el máximo honor al que puede aspirar un piornalego. Los días 19 y 20 de enero tendrán que soportar una lluvia de entre 25.000 y 28.000 kilos de nabos jarandillanos de gran tamaño, que le lanzarán con fuerza los asistentes a esta Fiesta de Interés Turístico Nacional. Están orgullosos y contentos de ser los protagonistas de esta celebración en honor a san Sebastián que convierte a Piornal en el epicentro del misterio. A su lado están cuatro mayordomos: Elisabeth Serrano, Tamara Fernández, Cristian San Martín y Eduardo Fernández. Con ellos llevan meses preparando la fiesta. También cuentan con la ayuda de más de medio centenar de piornalegos con los que han elaborado cachiporras, preparado los dulces y las famosas alborás.

Hace diez años que decidieron ser Jarramplas. Y han mantenido su palabra. En esta ocasión ninguno realiza la penitencia por alguna promesa. Solo les lleva el amor por su pueblo, que no es poco. Aseguran que ir los dos juntos hará más llevadero el cumplimiento del reto. Además, en las familias de los dos ha habido Jarramplas, con lo que conocen qué se siente al meterse en su piel.

«No tenemos miedo. Nos hemos preparando trabajando y dando paseos. Psicológicamente, estamos bien, pero no sabemos cómo estaremos de nerviosos el día de la fiesta. Para nosotros ser un buen Jarramplas, es dar fiesta al pueblo, para que la gente esté contenta», explican.

Los jarramplas han elaborado más de 250 cachiporras con el año de celebración, nueve máscaras y tres trajes, que pesan la friolera de 50 kilos con la armadura de fibra de vidrio. Desde el 13 de octubre se reúnen en un local de Piornal para preparar todos los detalles con los mayordomos. Para estos es un honor y privilegio ayudarles en la confección de los trajes, los dulces, los tamboriles y ocuparse de que las fiestas salgan lo mejor posible. Uno de sus instantes estelares es el mágico momento del cante de las roscas y las alborás. La ‘casa de Jarramplas’, el local donde se reúnen, es un ir y venir de vecinos que ayudan a que no falte un detalle en el gran acontecimiento. Este año se van a sortear, con papeletas de un euro, una máscara y cachiporras que se lucirán en la fiesta.

La fiesta de Jarramplas tiene dos caras. Por un lado, está el santo, san Sebastián, que es el objeto de los rezos y peticiones. A él se cantan la Rosca y las Alborás. En la otra parte, se encuentra Jarramplas, un personaje con máscara y traje de tres mil colores al que se castiga con el lanzamiento de nabos. Los mayordomos son otros de los elementos de esta fiesta, que además de organizarla, se encargan de los gastos. También existen otros protagonistas como las cantoras, el ‘niño que repite’, las peñas…

Jarramplas tiene su preludio de lujo hoy con el concierto del clarinetista extremeño Víctor Díaz Guerra. Estará acompañado al piano por José María Villegas. El recital será a las siete de la tarde en la iglesia de San Juan Bautista y la entrada es gratuita.

Pero la celebración propiamente dicha comienza el domingo 19 de enero, a las ocho y media de la mañana, con la petición de ofrendas al santo. A las once de la mañana y a las cuatro de la tarde son las primeras salidas del Jarramplas. La última coincidirá con el ritual de vestir al santo. Por la noche, a las siete, será el regocijo. Jarramplas con la cara descubierta irá por las calles del pueblo cantando al son del tamboril: «Le, lerelelelé leré le, lerelelelé leré le...».

La noche del domingo al lunes 20, a las doce, se cantan las Alborás, en honor al santo, y a continuación se reparten las migas en la cooperativa.

El lunes a las ocho de la mañana vuelve el regocijo y después, a las diez y media sale Jarramplas. Hay que recordar que cuando éste levanta la mano hay que dejar de tirarle nabos. Es momento de recomponerse o de devolverle la cachiporra o el tamboril si se le hubieran caído.

A las once se oficia la misa en honor a san Sebastián, tras la cual sale la procesión. En esta ceremonia Jarramplas acude con la cabeza descubierta y va andando de espaldas sin dejar de mirar al santo. Como es habitual en muchos pueblos se subastan las andas y quién tiene el privilegio de meter el santo en el templo. Durante la misa se canta la Rosca de San Sebastián, en la que las mozas cantan la estrofa y un niño repite el último verso. Jarramplas toca su tamboril y al término de la ceremonia vuelve a salir para recibir su lluvia de nabos. Los quintos han llenado la plaza de ‘munición’ para los presentes, que se lanzará ante la fachada principal al penitente.

A las cuatro de la tarde habrá otra salida del Jarramplas. A esa hora se rezará el rosario y se subirá el santo al trono en una ceremonia religiosa a la que asistirán los Jarramplas. Después se procederá a la última salida de Jarramplas, que se recogerá en casa del mayordomo del año siguiente, a quien entregará los elementos necesarios de la fiesta.

MÁS SOSTENIBLE / Una de las novedades de esta edición es que gracias a la iniciativa de distintos establecimientos hosteleros locales y del ayuntamiento, Jarramplas 2020 se ha marcado como objetivo reducir el consumo de los cerca de 50.000 vasos de plástico que se han venido desechando en esta fiesta debido, en parte, a la prohibición de uso de vasos de vidrio por motivos de seguridad.

Así, ayuntamiento y establecimientos han diseñado un vaso de polipropileno reciclable, con una imagen del Jarramplas hecha a base de tintas ecológicas, que vecinos y visitantes podrán adquirir por el precio de un euro, depósito que se les reintegrará con la devolución del vaso en perfectas condiciones.