En los últimos años viene siendo habitual que algún ingeniero que se ha quedado en paro o algún recién graduado en ingeniería civil, se acerque para expresarme su desesperanza en la profesión.

Hace años, el paro era prácticamente inexistente en el sector, pero con la crisis económica, esto cambió. Esa desesperanza para los ingenieros que no consiguen encontrar un empleo, les está llevando a plantearse dejar la ingeniería para dedicarse a otra profesión.

Mi respuesta es siempre una pregunta: ¿te imaginas un futuro en el que se dejaran de hacer obras públicas? Es decir, que ya no se construyan ni se mantengan las carreteras, que las aguas se viertan sin depurar o que cuando abras el grifo en tu casa no esperes que salga agua potable.

Su respuesta es siempre un no tras una cara de sorpresa. Nadie se imagina algo así, por mucho que las políticas en infraestructuras llevadas a cabo por diferentes gobiernos nacionales o regionales, hayan hecho que lo pensemos en muchas ocasiones.

España, como el resto de Europa, empieza a respirar tras una crisis que se ha cebado especialmente con los más débiles y ese es un ranking en el que Extremadura sigue ocupando uno de los primeros puestos, a pesar de los treinta y cinco años de autonomía que acabamos de cumplir. Además, la crisis ha golpeado a un sector por encima de los demás: la construcción y particularmente, la obra pública.

Nuestro sector vive en gran medida de las contrataciones que realizan las diferentes administraciones públicas y estas han paralizado las inversiones en obra civil hasta límites difícilmente comprensibles. Llevamos años en los que parece que los únicos sectores importantes son la educación y la sanidad, y está claro que lo son.

Todos estamos de acuerdo en que la educación es la base del progreso de la sociedad, al igual que pensamos que hay que defender la sanidad, como pilar del estado de bienestar. La cuestión es otra vez la misma: ¿alguien se puede imaginar un hospital o un colegio a los que se llegue por una carretera intransitable o que no tengan agua potable? Por supuesto que no.

Al menos la crisis nos está sirviendo para evolucionar, para reinventar un sector que, como la ingeniería en general, nunca ha dejado de avanzar, pero que ahora está más obligado que nunca a hacerlo. Conceptos como ciudades inteligentes, economía circular o economía verde ya son comunes en nuestra sociedad. Además, ahora sabemos que las grandes obras van a ser cada vez más escasas y aunque todos estamos de acuerdo en que Extremadura debe salir del siglo XIX en materia de comunicaciones, que no puede renunciar a estar al nivel del resto de España y Europa, parece claro que este no es el momento de las obras faraónicas. Estamos en la hora de las pequeñas actuaciones que modernicen nuestros pueblos y ciudades. Es el momento de la economía, del ahorro, de la eficiencia aplicada a la construcción, pero también de la eficiencia aplicada a la renovación y al mantenimiento de las infraestructuras. Y este es el campo en el que mejor “jugamos” los ingenieros civiles. Ahora les toca a las administraciones mover ficha o nos encontraremos otra vez o, mejor dicho, seguiremos estando descolgados del resto de España y de Europa.