Nuestra provincia abre los 365 días del año y ofrece a cada visitante lo que éste va buscando: naturaleza y arte, movimiento y reposo, ocio de todos los colores y gastronomía de todos los sabores.

Los monumentos se suceden aquí como en una linterna mágica: los dólmenes de Tajo Internacional, uno de los conjuntos megalíticos más significativos del Viejo Continente; el puente de Alcántara, insuperable obra de la ingeniería romana del siglo II después de Cristo; el trazado de las juderías medievales de Cáceres, Hervás, Plasencia y Valencia de Alcántara; el Real Monasterio de Guadalupe, con su Virgen morena y su claustro mudéjar, que recibe a más de setenta mil visitantes cada año; Yuste, última morada de Carlos V y parada inexcusable en la Ruta del Emperador; las dos catedrales de Plasencia, la única ciudad española que ostenta ese privilegio sin ser capital de provincia; la catedral y el castillo de Coria, puro vigor, puro patrimonio; la magnificencia de la plaza Mayor de Trujillo; o el Conjunto Histórico-Artístico de Granadilla, un pueblo abandonado a mediados del pasado siglo por la construcción del embalse de Gabriel y Galán y que hoy “repueblan” sus ilusionados visitantes al grito de “¡Ha del castillo!”.

Todos los lugares, sean grandes o chicos, tienen algo que contarnos y, a la hora de pegar la hebra, nada mejor que hacerlo en torno a una buena mesa. El poderío del turismo gastronómico de nuestra provincia se cifra en los productos con Denominación de Origen -¡ocho!- y las Indicaciones Geográficas Protegidas -dos. Hablar del jamón ibérico de bellota, del pimentón de La Vera, de la Torta del Casar o del aceite de oliva Gata-Hurdes es hablar de la sostenibilidad del medio ambiente y del trabajo de muchos profesionales que, conscientes de los recursos que tienen a su alcance, se desviven cada día por cuidarlos y expandirlos. Las ferias y encuentros sectoriales constituyen un instrumento ideal para promover esos dones entre el público y compartir sus experiencias.

RECURSOS NATURALES. Entre los recursos de la provincia, hay que resaltar, cómo no, los naturales, muy en particular los que nos brindan las Reservas de la Biosfera -Monfragüe, designado hace cuarenta años Parque Natural, y Tajo Internacional, que custodiamos con nuestros hermanos portugueses, así como el Geoparque Mundial Unesco Villuercas-Ibores-Jara, que nos propone un viaje al amanecer de la Tierra.

Y es que Cáceres no se entiende sin sus espacios verdes, sin ese bosque mediterráneo que configura la esencia de su ecosistema, sin la savia azul del Tajo que cruza su territorio, sin las jaras y las retamas, las encinas, los alcornoques, los robles y, por supuesto, sin esos vigías del cielo -las cigüeñas, los buitres negros, las águilas imperiales...- que hacen de nuestra región el claro objeto de deseo de birdwatchers de todo el mundo.

Casi se podría decir que Cáceres nos malcría, nos malacostumbra… ¿Cuánta belleza cabe en sus 20.000 kilómetros cuadrados? Desde el sombrero de Las Hurdes, con sus espectaculares sierras y meandros, hasta las piscinas naturales que nos refrescan en Sierra de Gata, Valle del Jerte o La Vera, sus rutas a caballo o en bicicleta, o, en el Valle del Ambroz, por las actividades de barranquismo y parapente en Trasierra, esta provincia parece clavada en el mapa para ponernos en forma y restituirnos las ganas de soñar.

El turista que nos visita sabe que Cáceres es su casa y que aquí va a encontrar acomodo para su alma: una encrucijada de caminos que podrá recorrer a pie o, si le place, sobre las ruedas de su bicicleta -siguiendo quizá las huellas de la Vía de la Plata; unos embalses y ríos perfectamente acondicionados para el turismo activo; unos cielos que limpiarán la telaraña de sus ojos en el Salto del Gitano o el castillo de Monfragüe... En definitiva, tierra, agua y aire, todo junto en un mismo caldero que bulle al fuego de nuestras emociones.

TRADICIÓN Y CULTURA. El calendario, y la impaciencia de los cofrades, nos anuncian que la Semana Santa ya está aquí, y, en las calles de todos los pueblos, la luz de la devoción calienta los corazones. La Semana Santa de Cáceres, declarada de Interés Turístico Internacional, es una cita ineludible, que nos acerca a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en un escenario único: su casco histórico, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. A su vez, las de Plasencia y Trujillo, de Interés Turístico Regional, nos conmueven por la belleza de sus pasos, eternos como la piedra por la que procesionan, y nos regocija, en el caso de Trujillo, con la Fiesta del Chíviri, el Domingo de Resurrección.

Las fiestas, ya sean religiosas o civiles, son un índice que nos asoma a los capítulos del gran libro de Cáceres y una excusa perfecta para conocer todos sus rincones de una forma más cercana y divertida. Detrás de la Fiesta del Cerezo en Flor, en el Valle del Jerte, Los Empalaos, en Valverde de la Vera, o las carreras de caballos el Día de la Luz, en Arroyo de la Luz, hay un bagaje de usos y costumbres, de tradición y cultura que encarnan lo mejor de esta tierra.

Turismo Provincia de Cáceres