El 2018 fue el cuarto año consecutivo que la región registró un crecimiento del PIB con superávit comercial, el cual ha mantenido una tendencia ascendente desde 2009 hasta julio de 2018, donde empezó a desacelerarse, representando el 3,7% del PIB regional en 2018 inferior al 4,1% de 2014 cuando estábamos en la recta final de la crisis. Desde el 2015, el ritmo de crecimiento de las importaciones supera al de las exportaciones, si estas últimas aumentaron a una tasa media anual del 5%, las importaciones lo hicieron a un ritmo del 7% que indica que las medidas aplicadas durante la crisis han dejado de funcionar, en cuanto a su impacto sobre las exportaciones, entre las que destacaba la devaluación salarial por parte de las empresas y la reforma laboral de 2012 por parte del Gobierno, apareciendo ahora otros factores claves como son el aumento de la intensidad tecnológica, la automatización o la inversión en I+D.

Si comparamos las tasas de crecimiento del PIB regional con la de las importaciones en los últimos cuatro años, nos muestra que estas aumentaron 3 veces más que la tasa de crecimiento del PIB regional. Por este motivo, el análisis de la evolución de las importaciones extremeñas es clave para entender hacia dónde se dirige la economía regional siendo su comportamiento pro-cíclico, es decir, presentan una mayor oscilación en la fase de recuperación que en la de recesión, si de 2015 a 2018 aumentaron ese 7% de media anual , durante la crisis su crecimiento medio anual fue de tan solo un 2% anual que indica, por un lado, que no dependen de la demanda interior para crecer, sino que gran parte son usadas para la producción de bienes, incluidos las exportaciones, teniendo un impacto sobre el PIB regional y, por otro lado, que una política de sustitución de importaciones no tendría sentido económico ni sería la panacea para erradicar el paro en la Región siendo los puestos de empleo perdidos por las importaciones el coste de oportunidad por participar en el libre mercado.

De esta forma, si el BBVA estima que el crecimiento regional será del 2,4% en 2019 y del 1,9% en 2020, las importaciones lo harían en un 7,2% y un 5,7% respectivamente, y si prevé que las exportaciones crecerán un 5,2% y 4,5% respectivamente, el resultado es que el saldo comercial positivo tenderá a reducirse, de forma que parece indicar un cambio de modelo económico en la región que pasaría de un crecimiento con saldo comercial positivo mantenido en el tiempo a otro modelo económico de crecimiento con desequilibrio exterior con mayor importancia de la demanda interna. Este nuevo modelo deberá ser capaz de reducir una tasa de paro que es más alta que en los años previos a la crisis (del 23% en el primer trimestre de 2019) debido a que durante la crisis el número de parados aumentó en unas 80.000 personas mientras que desde el 2015 el paro ha bajado en algo más de 40.000 personas. En cierta medida, el deterioro del saldo comercial a partir del último trimestre de 2018 puede ser una de las causas que la tasa de paro repuntase cambiando su tendencia bajista hasta el momento.

El cambio de tendencia en la evolución del saldo comercial se explica por los siguientes factores. Primero, la remuneración del asalariado creció un 9% de 2015 a 2017, por encima de la productividad aparente del trabajo para el mismo período que lo hizo en un 3%. Esta situación tiene los mismos efectos que una apreciación del euro, por el mayor coste del bien, que encarece las exportaciones.