No hubo carrera de MotoGP. O sí. Hubo carrera a trozos. Las velas, el soplo, la gloria, la victoria, el cava y el himno fueron para el gran dominador de la pretemporada, el australiano Casey Stoner, el muchacho que ha ganado aquí, en Doha, cuatro veces en los últimos cinco años, el chico que sabía lo que hacía cuando cambió su Ducati roja, la misma que le crea tantos dolores de espalda a Valentino Rossi (séptimo anoche), por la Honda que creía, que intuía, poderosísima en el último año de las 800cc, cuyo título le falta a la firma alada. Esa celebración, la de la victoria, fue para Stoner, que, en cuanto dio alcance a Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo se escapó.

Y, a partir de ahí, el gran premio se convirtió en un duelo de parejas. Lorenzo humilló a Pedrosa, cuya Honda solo se defendió en la recta, cuando pudo exprimir su motor, su poder. El tricampeón catalán dijo, al final, que le había dolido, de nuevo, el brazo derecho y no había podido plantar cara al mallorquín.

La actuación de Lorenzo fue prodigiosa, digna de un campeón frente a cuatro Honda (Stoner, Pedrosa, Andrea Dovizioso y Marco Simoncelli) con su Yamaha aún muy mejorable.

Hubo más parejas. Dovi acabó imponiéndose a Simoncelli y el norteamericano Ben Spies, el nuevo vecino de box de Lorenzo, hizo doblar la rodilla al Doctor , cuyo inicio fue triste.