Si algún día se sintió un derrotado, más que un perdedor, ése día ha sido el de hoy y, encima, en uno de sus circuitos talismán. Valentino Rossi, el mito, el icono del motociclismo mundial, el campeonísimo (9 títulos, 115 victorias, 232 podios y 382 grandes premios le contemplan) lleva 497 días sin ganar, es decir, desde Holanda-2017. Pero aún, lleva nueve años persiguiendo su décimo título mundial. Aunque, eso sí, aún le queda estrenar su último contrato, de dos años más (2019 y 2020), con el team Movistar Yamaha, que, el próximo año, se denominará Monster Yamaha.

Y, hoy, en Sepang, en Malasia, ha rodado por los suelos delante del que todos consideran ya su heredero, el heptacampeón del mundo Marc Márquez (Honda), que le estaba presionando para vivir, sin duda, una de las más emocionantes últimas vuelta de la historia, cuando el Doctor ha rodado por los suelos, arruinando una de sus mejores carreras de la última década.

Solo puedo decir una cosa, si hubiese coronado mi carrera con otra victoria, hubiera sido, sin duda, el día más feliz de mi vida, pues a mi victoria, a mi recuperación, tras más de un año sin ganar, se añadía la primera victoria de mi hermano, Luca, y el título mundial de Peco Bagnaia, uno de los alumnos más destacados de nuestra Academia VR46. Había que dividir las emociones, pues, para una persona normal, hubiese supuesto quedarse tres horas llorando, descomprimiendo, pero yo tuve que hacer una carrera.

Rossi reconoció que, en las últimas carreras, Yamaha ha dado un paso adelante muy importante. El Doctor, que se mostró muy orgulloso de servir aún de motivación a Márquez un piloto que va muy rápido y hubiese sido muy duro vencerle, reconoció estar devastado, pero he vivido el sueño durante 16 vueltas.