Esta vida ha dado un cambio muy grande!», exclama Josefa Barriga, vecina de Valdefuentes (Cáceres), la bisabuela de la familia. Ella se casó a los 25, y a lo largo de sus 88 años ha vivido la evolución y el cambio social de las mujeres en el mundo rural: «La vida de antes no es como la de ahora. Antiguamente, trabajaban en el campo y criaban a los hijos como podían, prácticamente subsistían ellos solos; se tenía que trabajar mucho para poder comprar un pan, a veces lo que recogíamos del campo yo lo vendía para poder comprar comida». Barriga es de las pocas de su entorno que tuvo el privilegio de ir al colegio: «Me fui un día al ayuntamiento y me apunté a la escuela, quería aprender a leer; si me hubiera tocado vivir ahora, lo haría como una reina, seguro que hubiera estudiado, porque siempre he tenido mucho interés en aprender», cuenta.

María Jara, de 59 años, es la segunda generación de esta familia. Ella es ama de casa: «En mi época se casaban muy jóvenes, te ibas a vivir a casa de tus padres o de los suegros, con 23 años contraje matrimonio con el que hoy continúa siendo mi esposo». El prototipo tradicional atribuye determinadas condiciones en función del sexo: «He criado a mis hijos en casa y él ha trabajado. Desde que me casé no he vuelto a trabajar porque tenía que atender la crianza y las labores domésticas. Ésa ha sido mi vida», explica.

Roles marcados

En las áreas rurales los roles de género han estado muy marcados en el hombre y la mujer. Jara destaca el avance de las mujeres en estos años, asegura que le gusta mucho cómo viven actualmente, anhela la autosuficiencia que sí existe hoy día: «No dependen de maridos ni de nadie», expresa.

Las circunstancias permitieron que María Dolores Arias sí pudiera ser económicamente independiente y activa. Ella es la tercera generación de esta familia. Tiene 35 años y trabaja como docente en un centro de Casar de Cáceres: «Creo que me ha tocado vivir en una buena época, desde que nací mis padres han podido proporcionarme unos estudios universitarios, ropa, comida..., prácticamente de todo», declara.

«La vida de mi abuela sin embargo fue más sacrificada con respecto a mi madre, trabajó mucho más de lo que se trabaja ahora, con los pocos recursos que había en aquella época. La calidad de vida ha sido muy diferente en ellas», manifiesta.

Cambio social

En las mujeres jóvenes se puede apreciar un cambio, posponen la maternidad, condicionándola a una estabilidad económica, al ocio o a la importancia de alcanzar una meta personal. «En esta generación ser madre ha pasado a un segundo plano, creo que las prioridades han cambiado con la incorporación al mercado laboral, a diferencia de las generaciones más antiguas. Mi madre nos crió y dedicó su vida por completo a la familia», sostiene.

María Dolores siempre tuvo claro que quería formar una familia, con 28 años se casó y ahora tiene dos hijas. Natalia Chamorro, de siete, es la mayor de sus niñas. Pertenece a la cuarta generación de esta familia cacereña. Su madre destaca la importancia de criarla y educarla para que sea una persona independiente. Asimismo, añade: «Ahora es mi madre quien se encarga de mis hijas cuando lo necesito».

La labor de las asociaciones

En esta línea batallan asociaciones como Malvaluna, con sede en Mérida, donde cada día pelean por defender los derechos de la mujer: «Es necesario erradicar el patriarcado construyendo un nuevo modelo social».

Malvaluna promueve desde 1989 la apuesta por una estructura de convivencia más justa. Para lograr sus objetivos de igualdad real y efectiva, desde su constitución desarrolla su trabajo en distintas líneas de actuación: «Mientras que exista una sola discriminación o un ataque a los derechos de las mujeres, las feministas seguiremos luchando», proclaman.

Precisamente han sido las voces femeninas las que a lo largo de la historia han asumido este desafío: «Hemos sido las feministas las que siempre hemos liderado esta lucha. Y no hay una diferencia intergeneracional en la batalla. Nuestra lucha es común», subrayan.

El movimiento feminista actual tiene el mismo objetivo de siempre: «Erradicar cualquier tipo de discriminación contra las mujeres». En esta misma línea añaden: «Otra cosa es que se realicen distintos métodos de la lucha según el contexto social y cultural».

‘Porque fueron, somos’

En este sentido, el lema ‘Porque fueron somos y porque somos serán’ se ha convertido en un símbolo del feminismo. Con él se reivindica la influencia de las generaciones pasadas en las actuales, y de las actuales en las futuras, una acción común en continua construcción.

El ejemplo está en estas cuatro mujeres de una misma familia. Bisabuela, abuela, madre e hija son conscientes de la evolución que han vivido en su propia casa. Entre la mayor y la más joven ha habido 81 años de diferencias. 81 años de cambios.