- Ha ganado recientemente el XXII Premio Nacional de Ensayo ‘Leonor de Guzmán’ con la obra ‘Glosolalias femeninas e invención de lenguas’. Le dedica su libro a «todas las mujeres que no dudan del poder de la palabra».

- El libro está dedicado en primer lugar a mi hija y a mi madre, porque si yo he sido una buena narradora y tengo esa vocación lingüística en gran parte se lo debo a mi madre, que fue en su momento, y hasta que pudo, una defensora de todos los derechos de la mujer. La segunda dedicatoria es porque creo que en los tiempos que corren ahora, con la que está cayendo, un arma muy potente que tienen las mujeres a su alcance es el lenguaje. Es una herramienta con la que te puedes defender en cualquier ámbito.

- ¿Se refiere también a la necesidad de que exista un lenguaje inclusivo?

- Creo que eso es secundario. Lo primero es que las mujeres se tienen que manifestar, tienen que mostrar sus conocimientos, darse a conocer, hacer uso de la palabra para ser visibles, por ejemplo en muchos campos de la ciencia donde apenas se las menciona. Te basta mirar cualquier congreso de lingüística de prestigio: el cartel de ponentes e invitados son casi todos hombres. Y eso no significa que no haya mujeres lingüistas buenas. En cuanto al lenguaje inclusivo, hay muchas palabras que indudablemente excluyen la voz femenina, y se pueden aplicar medidas sin necesidad de complicar extremadamente los textos. Por ejemplo, reclamar que el femenino de médico es médica y no doctora, o admitir que el femenino de juez, es jueza.

- Eran términos que antes no existían porque no existía esa realidad. Ahora es distinto. ¿El lenguaje debe evolucionar?

- La sociedad está cambiando a pasos agigantados, y yo creo que deberíamos reclamar esa presencia femenina también en el lenguaje. Porque el lenguaje no es exclusivo del varón.

- ¿Por qué quiso ser escritora?

- Quise desde pequeña. Somos cinco hermanos y era una época en la que no se veía la tele, no había ningún entretenimiento y pasaba muchas tardes contando cuentos a la hora de comer o de merendar. Mi padre era profesor de Lengua, mi madre maestra, en mi casa había muchísimos libros y nunca nos prohibieron leer ninguno. Se fomentaba ese círculo de amor por las palabras que no me ha abandonado nunca. Cuando nació mi hija le contaba constantemente cuentos. En todos los manteles de papel de todas las mesas de restaurantes siempre le dibujaba un cuento. Me gusta el lenguaje, me gusta jugar con las palabras.

- ¿Le molesta que se hable de literatura femenina y literatura masculina?

- Depende de cómo se haga. Hay una literatura escrita por mujeres que es muy potente y que no comparte muchas cosas con la literatura masculina porque se reflejan otras realidades. No me parece sexista si se está hablando de que cada uno de los sexos tiene un campo particular en el que se desarrollan sus argumentos. Pero que se asocie literatura femenina a una modalidad de segunda clase sí me molesta mucho.

- ¿Es más difícil para el sector femenino abrirse un hueco literario?

- A mí me hubiera gustado dedicarme a la literatura, pero tengo el ejemplo de mi hermana, Pilar Galán, que no creo que haya tenido muchos problemas, tiene una voz lo suficientemente fuerte para abrirse paso.