Por mentalidad, por desinformación, suelen quedarse en un segundo plano. Hay inquietud de la mujer rural por aprender, pero también es cierto que es complicado por la barrera que supone la conciliación familiar, que prácticamente recae en ellas», explica Catalina García, presidenta de la Federación de Mujeres Rurales de Extremadura (Fademur). Es el resumen que hace de la realidad que vive gran parte de la población femenina en los pueblos de la región.

Desde Fademur trabajan para que desaparezca esa triple discriminación: por el hecho de ser mujer, por la dificultad de acceder a la educación y por la barrera laboral en un medio con poco apoyo social para ellas.

El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente presentó una serie de estudios sobre la situación de la mujer rural en el que se hacía alusión a su rol femenino: «Su papel ha estado arraigado al ámbito privado, al trabajo doméstico y a la crianza de los hijos. La creencia generalizada de muchas es que el dinero no les pertenece, eludiendo y devaluando el hecho de que su trabajo como ama de casa y como madre, no tiene la misma validez que el dinero que ingresa el hombre por su trabajo».

Ante esta realidad, Catalina García subraya: «Cuantas más herramientas tengan para ser autosuficientes, existen más posibilidades para salir de esa situación. Se trata de dotar a las mujeres de los servicios necesarios, de las infraestructuras necesarias, para que puedan desarrollar perfectamente su vida en los pueblos».

Catalina García, presidenta de Fademur de Extremadura.

Un lento avance

También añade la presidenta de Fademur: «Muchas veces ellas no analizan su propia situación. Se avanza muy lentamente de generación en generación y no se puede permitir ni un paso atrás en esta lucha».

En esta misma línea, la psicóloga extremeña Estefanía Hidalgo subraya sobre el pensamiento femenino: «La mayoría de las mujeres que viven en el mundo rural no se plantean su situación, es un escenario muy normalizado en su entorno, o si se lo plantean saben que tienen que actuar, y ello les puede suponer una pérdida, un enfrentamiento o una ruptura. Es el miedo a la consecuencia».

Por su parte, García insiste en defender la idea de vivir y trabajar en el medio rural pero lamenta los problemas continuos para compatibilizar trabajo y familia. Resalta la valentía de las mujeres a la hora de emprender a pesar de las dificultades que encuentran en su camino.

Desde Fademur aseguran que intentan incentivar el cooperativismo y el empoderamiento, «formando a las mujeres en el emprendimiento, ofreciendo una formación de calidad, con el fin de que puedan adquirir una independencia económica».

«Muchas veces sacrificamos nuestro trabajo, no se le da importancia a esa seguridad de tener esa independencia», apostilla.

Violencia económica

Y una de las consecuencias de esta realidad descrita es, a veces, la violencia económica. Según refleja la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2015, que se elabora cada cuatro años, el 8,6% de las mujeres de municipios de menos de 2.000 habitantes ha padecido esa violencia económica.

Ante esta situación, la secretaria de la Mujer de CCOO en Extremadura, Lourdes Núñez, destaca: «Las mujeres del ámbito rural suelen trabajar en negocios familiares tanto agrarios, como de comercio o fábricas, en ocasiones sin remuneración económica ni valoración social al ser considerado su trabajo como un apoyo a la economía familiar».

En este sentido, Núñez expresa: «Conciliar continúa siendo una barrera insuperable que hace que ellas prefieran dedicarse a las tareas del hogar, abandonando o no optando por el mundo laboral, con las consecuencias a corto y largo plazo que ello conlleva: la falta de remuneración, no existencia de realización personal, falta de cotización durante largos periodos de su vida activa que indiscutiblemente hará que en un futuro sus pensiones se vean seriamente afectadas».

A nivel nacional, entre el 65 y el 70% de los habitantes de las zonas rurales de menos densidad de población «se encuentran afiliados al régimen especial agrario; la mayoría son mujeres, que además poseen condiciones de precariedad laboral tales como contratos temporales, jornadas a tiempo parcial o salarios reducidos», señala Núñez.

El éxodo rural

El informe del Consejo Económico de España sobre el medio rural y su vertebración social y territorial, y del que el sindicato CCOO ha formado parte, destaca que «la educación se convierte en la principal vía para alejarse del medio rural y de una economía de base familiar, y acceder al mercado de trabajo de forma cualificada y con unas expectativas de profesionalización».

Frente a este contexto, «el mercado de trabajo en el caso de las mujeres se puede ver más restringido por su mayor peso en el ámbito doméstico y de cuidado, limitando sus oportunidades laborales, y convirtiéndose, inevitablemente, en un factor de expulsión del medio rural».

También alerta este estudio nacional sobre el grado de masculinización del mundo rural y que afecta sobre todo a edades jóvenes, ya que ellas optan por mejorar sus condiciones laborales, de conciliación y de formación superior en localidades de mayor población.

Lourdes Núñez alude a la necesidad de cambiar estas situaciones y pone el foco en que sería indispensable «mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras del campo y regularizar su situación de alta en la Seguridad Social, del mismo modo en sectores como el comercio o la industria; pero sobre todo promover la ruptura de esos estreotipos que sostienen las desigualdades entre mujeres y hombres para fomentar una mayor participación política y ciudadana de la mujer en el entorno rural».