- ¿La investigación científica es una vocación?

- Para mí lo es. Es absoluta pasión. Es el rasgo común de quienes nos dedicamos a este mundo tan exigente. Yo quise ser investigadora porque quería responder las preguntas que me hacía sobre la Naturaleza, porque quería descubrir cosas. Pero esa vocación tiene una parte buena, que es la suerte de trabajar en algo que te encanta, que te satisface y reconforta; y otra mala, que viene precisamente de esa entrega pasional, que hace que no te importe dedicarle a tu trabajo las horas que sean necesarias aunque tu situación laboral sea de precariedad y de temporalidad. Ocurre en muchísimos casos, pero al final aguantas por esa vocación que siempre te sale.

- Pero la realidad es que, a pesar de la pasión, entre las mujeres investigadoras hay una alta tasa de abandono.

- Los últimos estudios dicen que si bien en las carreras de ciencias, dejando a un lado las ingenierías que siguen estando muy masculinizadas, el número de alumnas ya llega al 60%, cuando se avanza con el doctorado y después en la labor de investigación, el dato va cayendo de manera importante porque, efectivamente, se produce el abandono.

- ¿Básicamente hay que elegir entre ser madres o seguir investigando?

- Por un lado existe la parte biológica, porque inevitablemente cuando tenemos un hijo debemos hacer un parada en nuestra carrera profesional, porque las dos cosas te requieren una entrega absoluta; y por otro lado está la parte social, no hay medidas reales de conciliación para que podamos después incorporarnos y continuar.

- Con una profesión tan absorbente, ¿es realmente posible la conciliación?

- Yo estoy absolutamente convencida de que se puede. Pero necesitamos cambiar la manera de hacer las cosas. Por ejemplo, la forma de abordar el trabajo, porque dedicarle tantas horas sin parar va en contra de la productividad. También imponiendo bajas maternales y paternales más largas, porque los hombres también son padres y quieren estar con sus hijos.

- ¿Hay ejemplos?

- Un estudio reciente hecho en las universidades de Reino Unido desvela que aquellas en las que se había apostado por las medidas de conciliación eran las más productivas y de las que salía más talento. ¿Cuáles son esas medidas? Por ejemplo que haya guarderías, que las bajas maternales sean más largas y premiar que se haga uso de esas bajas. Y eso que Reino Unido no es el mejor país para poner como ejemplo. Está mucho mejor que España, eso sí, pero los referentes son los nórdicos: Finlandia, Dinamarca, Suecia. En ellos, por ejemplo, las jornadas laborales son más reducidas.

- ¿Cómo se podría conseguir que un sistema similar funcionara en España?

- Por ejemplo no premiando con la condición de excelencia a las universidades que no apuesten por determinadas medidas reales de conciliación. Si pierden esa excelencia después no pueden acceder a recursos económicos. Sería la manera de obligar a que cambiaran el sistema.

- El objetivo es que exista, de verdad, la igualdad de oportunidades.

- Sí, porque seguir investigando y ser madre no es ninguna utopía. Porque tenemos ejemplos de que funciona y que se puede. Pero hay que mover y aplicar otras políticas.