-¿Qué le llevó a estudiar la carrera de Derecho y a hacerse abogada?

-Al principio no fue para nada vocacional, para ser sincera. A mí me gustaba la psicología, la literatura clásica... Pero lo hice quizás por seguimiento familiar. Y cuando empecé la carrera yo sentía que aquello no iba conmigo, por mi forma de ser, de vivir, mi propio atuendo, yo era muy hippie... No pegaba allí para nada, no me sentía cómoda. Incluso los profesores me miraban con cara de: ‘Esta niña qué hace aquí’. Pero al tercer año me di cuenta que no podía dejarlo ya, aunque estuviera perdida, tenía que tirar hacia adelante. Así que hice un esfuerzo y terminé la carrera.

-Y después...

-Después me fui a Lisboa un año, y cuando volví quise ser funcionaria en el Ministerio de Justicia, así que me puse a estudiar las oposiciones. Y entonces ahí fue cuando me enganché completamente al derecho. Aprobé pero no obtuve plaza. Y luego me quedé embarazada y todo cambió. Me metí en el máster de Derecho para refrescarme las ideas y empecé a tener muchísimas ganas de ir al juzgado. Entendí que el derecho podía ser de otra forma. Y que era una manera de luchar contra la injusticia. Y empecé a crear mi propia identidad, mi propia marca. Mi propio despacho.

-¿Cuál es su especialidad?

-Yo soy abogada generalista, pero lo que más me gusta es el derecho penal. También llevo asesoría empresarial. Pero sobre todo yo me hice abogada penalista cannábica. Yo quería crear en Extremadura ese nicho de mercado que solamente lo abarcaba la gente de Madrid. Aquí nadie defendía ese área porque tienes que tener mucha formación sobre algo muy concreto.

-De hecho consiguió que un juez archivara una denuncia contra una asociación de marihuana de Cáceres a la que acusaban de tráfico de drogas.

-Su actividad no trascendía del consumo colectivo. No se favorecía ni impulsaba el consumo de cannabis, ni tampoco se traficaba con esta droga.

-Hábleme del papel de la mujer en el mundo jurídico.

-Lo resumo así: vas a un juicio, te pones la toga y piensan los caimanes que te van a comer... Pero es que resulta que a la que creen que se van a comer tiene una fuerza y un potencial que se quedan con la boca abierta.

-¿Y concretamente en el derecho penal?

-Es, aún más, un mundo que pertenece al sector masculino. Yo me acuerdo perfectamente cuando le dije a mi tutor de prácticas que quería ser penalista y me respondió que ese área no me iría bien, que el penalismo era solo para hombres porque había que enfrentarse a situaciones muy grotescas. Y porque las personas que están en prisión, o iban a entrar en ella, querrían tener enfrente a un hombre porque se iban a sentir más en confianza. Y puedo decir que conmigo eso jamás ha pasado, y yo tengo en mi despacho de todo. Sé entender a las personas de una manera diferente. Sé tener empatía.