- Lo suyo es tradición familiar y amor al campo, ¿no?

- Sí, ambas cosas. Ha sido una pasión que he vivido junto a mi padre. Él se convirtió en mi mentor, no todo el mundo tiene esa suerte. Él me aportó todo, desde el principio. Y yo siempre quería estar en el campo. De hecho, dejé de estudiar y con 17 años me fui a trabajar con mi padre y a llevar parte del negocio familiar. Después, ya más mayor, acudí a la universidad a estudiar la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola (ITA), y volví de nuevo al campo.

- Ejerce de presidenta de la Asociación Española de Criadores del Cerdo Ibérico.

- Nunca digo que soy perito agrícola, ni que soy presidenta ni que soy productora ni nada de eso. Yo soy ganadera, me siento ganadera, así me gustan que me llamen. Mi profesión y mi forma de vida es la ganadería. Siempre estoy a caballo entre Badajoz y mi explotación, en Ahillones.

- Ganadera en un mundo de hombres, ¿cómo se gestiona esa realidad?

- Yo es que realmente nunca he tenido ningún problema por ser mujer. Mis primeros años fueron junto a mi padre, que era un hombre muy respetado. Y por otra parte tengo que reconocer que soy una persona con bastante carácter, con bastante genio, de manera que no he vivido ninguna situación difícil. Al revés, incluso se ha valorado más que al ser mujer fuera capaz de hacer determinadas cosas. No me han tratado de manera diferente. Ni a mí ni a las mujeres que están en mi entorno. Pero oye que eso no significa que no exista machismo en este sector o en otros sectores y que yo no sea consciente de que otras mujeres lo viven de otra manera.

- ¿Se considera una persona reivindicativa?

- Yo me defino como feminista total, soy una defensora a ultranza del poder de la mujer, de su empoderamiento, de que no exista brecha salarial, de la independencia... pero no defiendo el feminismo por mí, sino por el resto de las mujeres.

- ¿Y usted no ha vivido nunca ningún episodio con tintes machistas?

- Solamente tengo una anécdota. Un día llama un señor a mi móvil y me dice que si tengo marranas, porque yo me dedico a la selección genética de ibéricos. De manera que ese señor llamó para, como se dice en este sector, procurar, para ver si tenía hembras reproductoras. Yo le contesto que sí y entonces él me dice que se ponga mi marido. Y yo le respondo que mi marido para qué se tiene que poner. Y él me replica que está acostumbrado a hablar con hombres y que prefiere tratar con él. Y yo otra vez: ‘Pero si mi marido no sabe ni dónde está la finca’. Que obviamente lo sabe, era un decir, pero quería explicarle que era yo la que estaba al frente del negocio, que la finca y la explotación eran mías. Así que le resumí que si quería marranas hablara conmigo y que si no, colgara el teléfono.

- ¿Y cómo terminó la negociación?

- Pues me colgó el teléfono y ya nunca más volvió a llamar. Pero insisto en que es la única anécdota que yo puedo contar.