- Tener una discapacidad, en su caso física, supone afrontar la vida sabiendo que existe la desigualdad. ¿Cuál es su experiencia?

- La verdad es que siempre me he sentido muy arropada por mi familia. Crecí en un pueblo muy pequeño de la provincia de Badajoz, en Cabeza del Buey, y mi entorno me trató muy bien. Mi discapacidad física es en una pierna, son las secuelas de la poliomielitis. La padecí a los 16 meses, así que no guardo recuerdos de estar bien. También es cierto que, debido a ello, viví cierta sobreprotección de mis padres. Eso ocurre mucho en las zonas rurales.

- ¿Y cuáles son las consecuencias de esa sobreprotección que señala?

- Que parece que porque tengas una discapacidad no puedes estudiar, no puedes formarte, no puedes tener un trabajo, no puedes hacer nada... Lo que te toca es quedarte en casa, y más aún si eres mujer.

- No fue su caso...

- Porque yo quería salir fuera de casa, tenía mi punto de rebeldía. Me vine a Badajoz a estudiar Magisterio. También me formé después como técnico en personas con discapacidad y más tarde como auxiliar de clínica.

- ¿Qué ocurría en esos otros casos en los que esa sobreprotección suponía una barrera?

- Pues que la mujer se quedaba en casa sin hacer nada, no se formaba, no conocía sus opciones, por lo que no podía acceder a un empleo. Pero lo paradójico es que después era ella la que terminaba cuidando a su padre y a su madre, básicamente ejerciendo un trabajo que no es para nada sencillo y que requiere mucha entrega. Lo que demuestra que esa mujer hubiera sido perfectamente válida para desarrollar un empleo.

- Ahora su labor dentro de Apamex (Asociación para la Atención y la Integración Social de las Personas con Discapacidad Física de Extremadura) es precisamente gestionar programas de inserción laboral.

- Yo siempre digo que la mujer debe tener iniciativa, que debe estudiar, formarse, para que su acceso al mercado laboral sea más fácil. Porque el problema es que al final ellas tienen poca formación, así que lograr un puesto de trabajo les cuesta mucho más.

- Tampoco se puede olvidar la doble discriminación.

- Es cierto: por ser mujer y por tener una discapacidad. No hay sensibilidad en muchos empresarios. O a veces es una cuestión de desconocimiento, porque realmente no existe tal barrera en esa persona. En demasiadas ocasiones el muro es más psicológico que real. De manera que también debemos trabajar en ese aspecto aportando más información para concienciar de las capacidades. Aunque debo destacar que se ha avanzado mucho en estos años, al igual que se ha evolucionado con la inserción laboral de la mujer.

- ¿Qué retos hay ahora por delante?

- Eliminar las barreras arquitectónicas de los edificios y adaptar los puestos de trabajo para que sean accesibles, porque en mucho casos es algo sencillo. Es la manera de que haya igualdad de oportunidades.