-Con 30 años ya estaba al frente del servicio de farmacia de un hospital. Eso fue a principios de los 90. ¿Qué barreras, como mujer, tuvo que afrontar?

-Los que venían de representantes, de delegados de los laboratorios, eran hombres. Y cuando me venían se ponían en actitud de ‘a esta le vendo yo lo que quiera’. Pero yo me sabía las estrategias, me las había enseñado mi padre. Me han cuestionado mucho, pero tenía claro que quería romper con ese modelo que había aprendido en casa: la mujer se queda y el hombre trae el dinero.

-Su generación rompió muchos moldes.

-Pero realmente somos la generación trampolín, al 100% dentro y fuera de casa. Pero es cierto que hemos ido rompiendo barreras. En mi casa mi madre me decía que le hiciera la cama a mis dos hermanos, y yo no lo entendía. Me hacía la remolona hasta que venía mi abuela y hacía ella la de los tres.

-¿Por qué estudió Farmacia?

-Realmente yo quería estudir Medicina, pero soy de Badajoz y eso suponía quedarme en casa. Y yo quería salir al mundo, me encantaba ver lo que había fuera, me bebía los libros... Empezaba a ver en la televisión a mujeres que triunfaban y yo también quería. También me planteaba esa obligación del papel de ser solo madres. A mí me gustaban mucho los niños pero pensaba en la hermana de mi madre, que no había tenido hijos... ¿Y si me pasaba a mí? ¿Qué me quedaba?

-Tuvo una hija, que ahora tiene 19 años, que le cambió completamente la vida.

-Pero no me la cambió cuando nació, sino a los 18 meses, cuando empezamos a ser conscientes de lo que le pasaba. Cuando le pusimos nombre: síndrome de Rett.

-¿Qué significa?

-Un 99% de discapacidad. Un 99% de dependencia.

-Usted es también la delegada en Extremadura de la Asociación Española del Síndrome de Rett.Conocerá a muchas familias en situaciones similares a la suya. Las estadísticas dicen que los cuidados, la atención, que son casi de 24 horas, caen casi siempre en la madre.

-Somos el eje, el faro, el soporte vital de la familia. Tenemos una visión panorámica. Podemos con todo.

-Es un papel que no se elige.

-Ahora hay muchos recursos, muchas facilidades, para que el padre también se implique. Pero en la mayoría de los casos es la mujer quien deja su trabajo para dedicarse a los cuidados.

-En su caso ha podido seguir trabajando.

-Puedo llevar a mi hija por las mañanas a un centro y tengo la suerte de tener un jefe comprensivo. Por las mañanas entre mi marido y yo arreglamos a nuestra hija, es un esfuerzo extra con el que yo llego, pero lo tengo que olvidar cuando me pongo a trabajar. Pero esto no puede depender de que mi jefe sea comprensivo.