-Licenciada en Historia del Arta, doctora en Arqueología y ahora directora del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Su vida profesional ha sido, y es, muy activa. ¿Qué precio se paga por ser mujer?

-Si además de tu vida profesional optas por tener hijos, lo más habitual es que la responsabilidad familiar recaiga en un porcentaje muy alto en las mujeres. Pero cuando una mujer apuesta por su carrera y no asume tanto esa implicación, siempre se la tacha como que no se preocupa de sus hijos, está mal visto; y a la inversa nunca pasa, al hombre no se le acusa de nada. Es injusto. Cuando yo iba a las reuniones del colegio de mis hijas, el 95% éramos madres. Ellos decían que tenían que trabajar por la tarde y que por eso no podían. Y yo pensaba: ‘Y yo también, pero estoy aquí asumiendo esta responsabilidad’. También el problema es que cuando las mujeres no hacemos ese tipo de cosas nos sentimos mal, y eso debemos evitarlo.

-La mala conciencia...

-Yo fui una privilegiada por la gran suerte de tener a mi madre. Yo he podido desarrollar mi carrera profesional gracias a ella. Cuando me he tenido que ir a un congreso he dejado a mis hijas con ella, por ejemplo. Siempre estuvo dispuesta a ayudarme en lo que hiciera falta para que yo pudiera seguir con mi carrera profesional. Incluso cuando hacía estancias de investigación, que he llegado a estar dos meses en Alemania. Pero yo estaba tranquila porque mis hijas se quedaban con mi madre. Pero no todas las mujeres tenemos esa posibilidad. No obstante, eso no quita que haya tenido mala conciencia porque de pequeños ellos no lo entienden. Pero cuando tus hijos son mayores y se lo explicas, lo comprenden perfectamente.

-¿Qué sinsabores se ha encontrado dentro de la propia profesión?

-Destacaría uno que me pasó hace no tanto tiempo. Como mi marido era antes el director del museo, hubo gente que cuando yo opté a alguna plaza de responsabilidad, decían: ‘Ella se tiene que conformar porque su marido ya tiene un cargo’. Venían a decir que yo para qué quería tener aspiraciones.

-¿Cuál es el camino hacia la igualdad?

-La educación y el ejemplo social. Y medidas para que no se hagan discriminaciones en el acceso laboral de la mujer. Y que no haya siempre esa coletilla de ‘como no tiene cargas familiares’.

-¿Cómo ve el presente?

-Las mujeres jóvenes tienen camino recorrido pero aún queda mucho por hacer, para conseguir que lo extraordinario se convierta en normal. Para que las mujeres no tengamos que pasar por un doble filtro. Todo se empobrece si la mujer no está, porque tenemos un punto de vista muy proactivo. La sociedad que se creó para que mandaran los hombres es una sociedad mutilada. H