Ni jugó. Ni habló. Ni se le vio apenas en Rusia. Aquellos 45 minutos ilusionantes ante Nigeria y después la nada. Antes también la nada. La misma imagen e idéntico gesto. Se quedó en silencio sobre el césped. Hace cuatro años en Maracaná, perdida la final del Mundial, lo más cerca que ha estado (y quizá estará) de esa Copa; ahora en Kazán. Leo Messi acabó petrificado, a pesar de que asistió en el estéril gol del Kun Agüero. Quizá sea su último Mundial. Nadie lo sabe. Solo él.

Como él no habla, toca escuchar a los demás hablando de él. «Leo está muy tocado. Como todos, pero él más por todo lo que le representa cuando juega con la selección», admitió el Kun. «Aquí solo hay una persona imprescindible. Es Leo, los demás, no. Mi historia se acabó. Lo dejo», contó Mascherano certificando así el final de una etapa. Biglia también lo deja. «A muchos nos toca dar un paso al costado y que vengan chicos nuevos», dijo.

El Kun, en cambio, ha tendido la mano a Sampaoli por si decide seguir llamándole. Pero la gran pregunta es otra y afecta, obviamente, a Messi. ¿Estará Leo en Qatar-2022? Nadie puso la mano en el fuego.

Como podía intuirse antes de este campeonato, Mascherano se va, mientras Sampaoli sigue. A no ser que lo echen, claro, aunque su contrato le lleva hasta el Mundial de Catar. «No es un fracaso, es una gran frustración», contó el seleccionador que ha dirigido a Argentina con desconcertantes cambios de opinión. Cuatro partidos, nueve goles encajados, cuatro modelos tácticos distintos y, al final, Messi de falso nueve. Nada auténtico. «Contamos con el mejor jugador del mundo y quisimos generar situaciones para utilizarlo y para darle brillo, para rodearlo, para acercarlo al área, para ser sólidos. Por momentos se logró, por momentos, no», dijo Sampaoli.

Mientras Argentina se prepara para el futuro, el técnico no se mueve. «Acá es donde se demuestra el temple de las personas», proclamó Sampaoli. A Leo le toca decir ahora, una vez pase el dolor, si sigue en la nueva era. A Doha llegaría con 35 años. Pero la generación de las tres finales (y perdidas) ya es historia.