Desde las seis de la mañana, una maquiavélica trompetita de plástico se convierte en la compañera indeseada de todas las personas que siguen el Mundial en Suráfrica. En la calle no dejan de sonar y en los estadios son casi inaguantables. Se podría decir que las vuvuzelas molestan a todos, menos al que la toca. Jugadores, técnicos, aficionados... El clamor es total contra el instrumento, empezando por el público que sigue los partidos en casa por televisión o los escucha por la radio. Las estrellas del torneo, impulsadas por Messi y Cristiano Ronaldo, han alzado la voz, pero no hay nada que hacer. Son intocables.

El primer jugador que criticó la dichosa trompeta fue Fernando Torres en la Copa Confederaciones. El delantero del Liverpool es un ídolo en Suráfrica, por encima de Xavi, Villa y Casillas. Mkhondo Rico, portavoz del comité organizador, citó ayer al Niño como el precursor de la quejas, antes de dejar clara la postura oficial: "Pedimos al mundo que respete nuestra cultura. Las vuvuzelas seguirán durante todo el Mundial. Punto". Sus palabras fueron refrendadas por Josepp Blatter, presidente de la FIFA: "Es una tradición y hay que respetarla. Quienes critican las vuvuzelas, ¿qué pensarían si prohibieran alguna costumbre de su país?".

La queja de Villa

La delegación alemana, con el técnico Joachim Löw a la cabeza, fue la primera en criticar el instrumento. Los apoyos no tardaron en llegar. "Molestan mucho. Es imposible comunicarse. ¡No nos oímos ni entre nosotros!", exclamó Messi tras jugar ante Nigeria. Tenía razón. En la tribuna del Soccer City era imposible hablar con nadie, aunque estuviera al lado. "A nadie le gustan las vuvuzelas. No hay manera de entenderse", agregó Cristiano Ronaldo. El francés Gourcuff, incluso, culpó a las trompetas del empate contra Uruguay: "Teníamos que comunicarnos con señas. Es lamentable". La selección española ya sufrió este martirio en la Copa Confederaciones. David Villa coincide con sus colegas. "Te impiden comentar algo a un compañero que está a 10 metros. No te escucha. Pero es cierto que ese ruido da más emoción al partido", dijo el delantero. La federación española confirmó que no pedirá la prohibición de las trompetas, ni siquiera en los entrenamientos, algo que sí ha hecho, por ejemplo, el seleccionador holandés Van Marwijk.

Los aficionados, mientras, se pelean por conseguir los vuvu stop , los tapones que reducen en 80 decibelios el ruido de los instrumentos. Las tiendas, que empezaron vendiendo unos 300 pares diarios, han agotado existencias. Eso, para evitar el ruido en los estadios. En sus casas, los telespectadores también se quejan. Muchos quitan el volumen de la tele y ya se han creado varios grupos en Facebook contra las vuvuzelas. Por ejemplo, el Ban the Annoying vuvuzela (Por la prohibición de la molesta vuvuzela), contaba ayer con 150.000 apoyos.

La repercusión económica

Ante tantas críticas, el director ejecutivo de la organización, Danny Jordaan, aseguró el domingo que la FIFA meditaría su posible prohibición, alegando que tampoco se escuchan los típicos cánticos de las aficionados y se pierde esa atmósfera especial de un Mundial. Ayer se cortó de raíz cualquier medida drástica. "Las vuvuzelas son parte de la historia de Suráfrica. Su origen son los cuernos con que nuestros ancestros convocaban sus reuniones", apuntó Mkhondo Rico.

Detrás de esa excusa cultural se esconde un claro motivo económico. En todos los rincones del país se pueden comprar trompetas. Las hay de varios tamaños, de 35 a 60 centímetros aproximadamente, y con los colores de todas las selecciones. Cuestan entre 8 y 25 euros y son el recuerdo estrella de todos los visitantes, como dijo ayer el defensa inglés Jamie Carragher. "Cualquiera que me haya visto en Anfield sabe que yo grito más que las vuvuzelas, pero sé que por televisión se oyen mucho. Mis hijos me las piden siempre por teléfono y ya las tengo en mi equipaje". Un poco de humor contra la tormenta.