Una nueva España se asoma mañana al Mundial. Llegó ayer a Durban, la ciudad surafricana que albergará el debut ante Suiza, con una tranquilidad y serenidad insólita en otros estrenos previos. Ni un gesto de crispación sacude a la selección española, que aparece en el Mundial casi silbando, como si llevara las manos en los bolsillos, disfrutando del paisaje, sin dejarse arrastrar por la presión de ser considerada una de las grandes favoritas del torneo.

Mientras Argentina es Messi y 10 más, mientras Inglaterra busca portero --lleva medio siglo y aún no lo ha encontrado--, mientras Alemania goza de su rejuvenecida selección, a la espera de saber si el Brasil más europeo es el más fiable o si Portugal tiene algo más que la ilusión de Cristiano Ronaldo, España se presenta con los deberes hechos. Nada se ha discutido en la larga preparación de la selección. Ni siquiera a Del Bosque, un tipo lleno de sentido común, le han entrado los nervios propios que sacuden a todos los seleccionadores en esas interminables, y por supuesto tensas esperas, antes de debutar en un Mundial.

"BUENAS SENSACIONES" Así aterrizó España ayer en Durban, a orillas del Oceáno Indico, tras usar un vuelo privado fletado por la FIFA. Abandonó el tranquilo pueblo de Potchefstroom, apenas 50.000 habitantes, y se sumergió en la tercera ciudad más importante de Suráfrica (Durban tiene 3,5 millones de habitantes). En el avión iba un hombre más feliz que el resto. Después de varios días de incertidumbre, Iniesta esbozó una sonrisa de alivio. Ya está recuperado de la lesión muscular que padeció en el último amistoso de preparación ante Polonia en Murcia. El azulgrana fue sometido a diversas pruebas médicas donde quedó claro que el edema en el músculo semimembranoso del muslo derecho había desaparecido. "Buenas sensaciones", dijeron los médicos.

Luego, trabajó con normalidad en la última sesión antes de volar a Durban. Y ahora le compete a Del Bosque decidir si lo pone mañana de titular o prefiere reservarlo para el segundo partido: el lunes 21 en Johannesburgo ante Honduras.

Con esa buena noticia, España no tiene nada de qué preocuparse. Si acaso de ser simplemente España, de no dejarse agobiar por el debut en un Mundial, como le ha sucedido, sin ir más lejos, a la Inglaterra de Capello. De continuar el camino trazado en Viena hace un par de años cuando no solo ganó la Eurocopa, con la misma base de ahora, sino que también provocó un cambio cultural. Desde entonces, a la selección se le mira de otra forma. Se ha acostumbrado a ganar de tal manera que su fiabilidad es asombrosa, pero también sabe que una derrota generaría frustración. Solo ha perdido un partido de los 53 últimos disputados del 2006 al 2010.