En lugar de aprovechar la tecnología para avanzar, la FIFA continúa instalada en el más absoluto inmovilismo. Mejor prohibir que cambiar. Esa es la filosofía de un organismo vetusto que se ha quedado encallado. Su respuesta a los terribles errores arbitrales que ayudaron a Alemania y Argentina fue vetar la repetición de jugadas conflictivas en las pantallas de los estadios. Ni un paso adelante, ni una palabra sobre el uso de las nuevas tecnologías.

En un mismo día y en dos duelos decisivos se produjeron dos decisiones gravísimas. El colegiado uruguayo Jorge Larrionda no concedió un gol clarísimo de Lampard y el italiano Roberto Rosetti miró a otro lado en un fuera de juego de libro de Tévez en el 1-0 de Argentina. Sus asistentes, mal colocados, tampoco ayudaron. En el Soccer City, la repetición de la jugada en las pantallas causó un revuelo tremendo.

Viendo el terremoto causado por esos dos fallos, a la FIFA no le quedó más remedio que pronunciarse, aunque no aportó demasiado. "Nosotros no comentamos las decisiones arbitrales y la introducción de las nuevas tecnologías es competencia de la Internacional Football Association Board", dijo ayer Nicolás Maingot, portavoz de la FIFA, que dio instrucciones a los responsables de las videopantallas para que no repitan jugadas conflictivas "por razones de seguridad". Hay que evitar sublevar a las masas más de la cuenta.

NO A LA TECNOLOGIA La IFAB es el organismo que define las reglas del juego y sus posibles modificaciones, que suelen brillar por su ausencia. En su última reunión, en marzo, se trató la implantación de los medios digitales para evitar goles fantasma y otros aspectos. "Recordamos que se mostró totalmente contraria", apuntó Maingot. También se rechazó el uso de las cámaras para ayudar al árbitro y los microchips en el balón.

Los dardos han llegado desde todos lados, sobre todo desde Inglaterra. "Todo el mundo quiere que haya un cambio menos una persona: Blatter", dijo el excapitán Alan Shearer. "Hay que aplicar los avances en el fútbol. Yo soy un gran seguidor del crícket y el tenis y han mejorado con el uso de las máquinas", aportó David Cameron, primer ministro británico. "Está en juego la credibilidad del fútbol", añadió Carlos Queiroz.

Blatter siempre se ha mostrado en contra de cualquier revolución. "Hay que proteger la universalidad. El juego debe disputarse igual en todo el mundo. En muchos pueblos no tienen esa tecnología", dice el dirigente. También sostiene que "se ralentizaría el ritmo y evitaría la polémica entre las aficiones". Son argumentos sin peso. En realidad, no se trata de rearbitrar un partido sino de aplicar los avances con sentido común en jugadas clamorosas que pueden cambiar un encuentro.