Le adoran en Chile porque ha convertido una selección de segunda fila en un ejemplo de solidaridad, altruismo y buen fútbol, transformado en un icono en un país que muestra orgulloso su obra. Marcelo Bielsa, el entrenador argentino de 54 años, es una figura que ha merecido libros y estudios universitarios para rastrear su singular filosofía. Una frase resume el mundo bielsano : "Los entrenadores podemos cometer dos pecados: hacer caminar a jugadores que vuelan o volar a los que caminan. Si tengo que ir al infierno, prefiero que sea por lo segundo".

Ideas nuevas

En Chile no quieren que Bielsa, cuyo mayor éxito con la selección argentina fue la conquista del oro olímpico en los Juegos de Atenas, se vuelva cuerdo. Bendita locura, dicen los chilenos porque han encontrado la llave del tesoro que buscaban desde 1962 cuando alcanzaron la tercera plaza en el Mundial que ellos mismos organizaron. "Un hombre que tiene ideas nuevas es un loco hasta que sus ideas triunfan", recuerda Bielsa, que no para de generar ideas nuevas.

"Un entrenador no es mejor por sus resultados ni por su estilo, modelo o identidad. Lo que tiene valor es la hondura del proyecto, los argumentos que lo sostienen, el desarrollo de la idea. No hay que juzgar la idea, sino el sustento. Yo puedo valorar proyectos antagónicos. Lo que nunca se puede hacer es sustituir las convicciones". Palabra de Bielsa. Dicho en 1998, pero como si lo hubiera dicho ayer mismo.

Cuando llegó a Chile para hacerse cargo de la selección en el 2007, el técnico argentino se instaló en Juan Pinto Durán, el complejo que tiene la federación suramericana. Se instaló litetalmente, vive en la primera habitación del segundo piso del edificio que hay contiguo al gimnasio. Ahí también tiene su despacho. Ahí está la casa Bielsa.

El técnico no solo dirigió la reforma de las dos campos de entrenamiento, asesorado por un paisajista, y el sendero de un kilómetro hasta los mismos, sino que participó en el diseño de las habitaciones de los internacionales chilenos, con un sistema de red inalámbrica de internet. Pero se apaga por la noche. Bielsa no descuida ni un detalle. "Para mí, el fútbol lo es todo. Pienso en fútbol, hablo en fútbol, leo en fútbol, así no se puede vivir eternamente. Tendré que moderarme". Bielsa intenta engañarse, pero no lo consigue.

"El fútbol lo es todo"

Ves a Bielsa y ves a sus equipos. Parecen los futbolistas militares que cumplen disciplinadamente las órdenes de un general. No está en el fútbol para sonreir. "Si tuviera que elegir, diría que me siento más cómodo con el orden que con la espontaneidad. Hay entrenadores que propician un clima creativo dentro del equipo. No es que yo no valore eso, pero hay situaciones que son antagónicas y un técnico no puede estimular simultáneamente las dos cosas. El orden tiene reglas y la espontaneidad tiende a la ausencia de reglas".

Bielsa es el orden puro y su fútbol es de barrio: "En las peleas callejeras hay dos tipos de golpeadores. Está el que pega, ve sangre, se asusta y recula. Y está el que pega, ve sangre y va por todo, a matar. Muy bien, muchachos: vengo de afuera y les juro que hay olor a sangre". Sus equipos no se rinden jamás.

La presión es correr. La presión es movimiento. La presión es ver a Chile como un diminuto ejército rojo que invade el campo contrario. Allí donde está la pelota hay un par de chilenos alrededor. Como mínimo. O tres, o cuatro, o cinco... "Yo siempre les digo a los muchachos que el fútbol para nosotros es movimiento, desplazamiento. Que hay que estar siempre corriendo. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo. En el fútbol no existe circunstancia alguna, escuchame bien, no existe motivo alguno para que un jugador esté parado en la cancha". Ni siquiera él, que está en el banquillo, sabe estar parado.

Aura de misterio

Hay muchos Bielsas pero nadie los conoce. Tal vez, ni siquiera él, parapetado en un muro que levantó para proteger su intimidad. "Yo aprendí por el deporte que la generosidad era mejor que la indiferencia, aprendí el valor de la significación del coraje, aprendí la importancia del esfuerzo y aprendí lo trascendente de la rebeldía. Son los tres o cuatro elementos con que yo después traté de orientar mi vida. No necesariamente tienen que ser ellas las elegidas, pero sí es indispensable que uno sepa cuáles son las virtudes alrededor de las cuáles quiere vivir". Y él ha elegido vivir consigo mismo, tratando a todos los periodistas por igual, sin conceder entrevistas individuales. "Prefiero que nadie me conozca a que me conozcan equivocadamente. El arma suya como periodistas es la palabra escrita. Mi arma es la palabra hablada. Yo uso 50 frases para redondear una idea y después ustedes tienen que ponerla en una línea. Eso me aterroriza".

Luchar siempre

No paran de estudiar su discurso, de analizar sus gestos, de observar sus silencios. Pero no se ha encontrado aún la fórmula para descodificar a Bielsa. "La relación éxito y fracaso ha sido fundamental en mi vida, pero el éxito y la felicidad no funcionan como sinónimos. Uno debe querer a quien conduce. Por eso hay que incluir al que no protagoniza y entender que los rebeldes no nos desafían, sino que simplemente están informándonos. Lo que no podemos permitir es que los jugadores dejen de luchar. El desborde, el desorden, lo que pase está admitido. Lo que no está permitido es que dejen de luchar", cuenta siempre.

"El liderazgo se ve en la derrota y el conductor solo es bueno si ha superado la adversidad. Las operaciones y los cambios se hacen en la victoria, no en la derrota. Nunca me dejé tentar por los elogios, en el fútbol son de una hipocresía absoluta. No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo". Ahí anda Bielsa viajando.