Ahora sí que no hay marcha atrás. A pesar de todas las dudas y los continuos rumores de que a última hora se cambiaría de sede, hoy se abre el Mundial de fútbol 2010 en Suráfrica. Hay que reconocer que el país ha llegado preparado a la cita, a pesar de algunas inauguraciones de última hora, como el Gautrain --el ferrocarril rápido que une Johannesburgo con el aeropuerto-- que solo se puso en funcionamiento el martes

La celebración del primer evento de esta magnitud que se celebra en toda Africa no ha dejado de ser vista como un momento histórico. El propio presidente del país, Jacob Zuma, declaraba: "El Mundial es la mayor oportunidad que hemos tenido nunca para mostrar nuestra diversidad y potencial ante el mundo. Debemos levantarnos y contar la realidad de un continente que está vivo". Una oportunidad que podría convertirse en algo más que un fracaso si la organización deriva hacia la mala gestión y el caos. En contra de Suráfrica juegan el alto nivel dejado por Alemania y la enorme lupa con que se van analizar todas las aristas de este Mundial.

Euforia sin freno

Pero lejos de estas cábalas, los surafricanos han optado por disfrutar el Mundial desde antes incluso de que empiece, con una pasión que ha sorprendido hasta a los más veteranos. El periodista deportivo de la BBC, David Bond, reconocía no haber visto nada igual "tras doce años cubriendo eventos deportivos por todo el mundo". Las demostraciones de euforia que hicieron el miércoles las miles de personas que fueron a desear suerte a su selección fueron impresionantes.

Los Bafana, ya antes de haber ganado nada, son considerados unos héroes, algo que no acabó de gustar a su entrenador, el brasileño Carlos Alberto Parreira, que temía que tantas distracciones redujesen la concentración del equipo.

Pero las muestras de apoyo al Mundial no han empezado esta semana. Desde hace meses, miles de personas visten la camiseta amarilla de los Bafana todos los viernes, en una campaña que empezó impulsada por el Gobierno y algunas grandes empresas y que ha conseguido un arraigo popular tan grande que los autobuses de Johannesburgo parece que se dediquen al transporte de selecciones surafricanas. Y esto ha ido a más a medida que se acercaba el día D. Ahora el sonido de las ya famosas vuvuzelas es perfectamente audible a cualquier hora y por toda la ciudad. "Esto es una locura --afirma una cooperante italiana--. En el ministerio con el que colaboro van a trabajar no solo con la camiseta sino incluso con pelucas y antenas en las cabezas". Una imagen así se pudo ver en televisión cuando la mayoría de diputados se disfrazó de hinchas para asistir a una sesión parlamentaria.

Una pasión que ha afectado por igual a blancos y negros y que se ha convertido en el principal nexo de unión en este país de atribulada historia.