A España, esa selección que empezó de pena y puede terminar de cine el Mundial, le toca hoy cruzar la puerta de la gloria, esa puerta que le separa de ser una más del montón o convertirse, si gana esta noche (20.30 horas, Telecinco) a Paraguay, en una de las cuatro elegidas para conquistar el trono. A Brasil, por ejemplo, repleta de historia y de éxitos (cinco Mundiales contemplan a la seleçao ) Holanda le dio con la puerta en las narices y la echó de Africa.

Así como suena. Sin más. Cuando se percató, Brasil estaba haciendo las maletas y la nueva versión de la naranja mecánica, toda réplica es por definición una mala copia del original, sueña con aventuras mayores, con lograr el título que se le resistió en 1974 (era el suyo cuando Alemania se lo arrebató a Cruyff y sus revolucionarios amigos) y en 1978 cuando el poder militar de Argentina desgajó para siempre aquella inolvidable naranja. Tanto en 1994 como en el 2002, España estuvo a punto de abrir la puerta. Pero erró.

Por unas y otras circunstancias, por aquel error de Julios Salinas en Estados Unidos que todavía le persigue o por el lamentable arbitraje de Al Ghandour en Corea, nunca supo encontrar la llave para abrir la puerta de la gloria. "Esta generación se merece un Mundial", dijo ayer Pep Guardiola, el técnico del Barcelona, quien aprovechó una visita publicitaria en Suráfrica para poder asistir esta noche al partido del Ellis Park en Johannesburgo. Tal vez, como recordó ayer Del Bosque, no sea el partido más importante de la historia de la selección. Si ganan a Paraguay, habrá uno más, como mínimo.

CUESTION DE ESTILO Cuando Guardiola habla de esa generación se refiere a un grupo que ha cambiado la mentalidad del fútbol español. Amparados en el estilo del Barça, España encontró el tesoro en la Eurocopa y necesita tumbar a Paraguay, un equipo que ha hecho del corazón su pasaporte hacia el éxito, para demostrar que el ciclo no era circunstancial. Colarse en la semifinal, donde le esperaría Argentina o Alemania (Messi u zil) significaría, en realidad, cambiar para siempre la historia del fútbol. Y olvidar en el archivo del NoDo las rancias imágenes de Zarra y su gol a Inglaterra en el templo de Maracaná en 1950. Desde entonces, España no ha sido absolutamente nadie en el Mundial. Tan solo en Europa y pocas veces, apenas dos (1964 y 2008), por lo que el viaje por la cima se reduce a esos goles de Marcelino (en blanco y negro) y Fernando Torres (en color). Ahora en la figura de David Villa se resume lo mejor de Zarra, Marcelino y Torres, el único contemporáneo, el mismo que hoy compartirá el ataque de una selección que, tal vez, no tenga una ocasión así.

VIENA, MAS CERCA En el camino se han quedado infinidad de jugadores y de técnicos que llegaron a los Mundiales pensando en comerse el mundo y se fueron avergonzados. Hoy, en ese viejo estadio del Ellis Park, donde Nelson Mandela entregó en 1995 la Copa del mundo de rugby que significó la reconciliación de Suráfrica, España puede cambiar el rumbo. Depende de ella. Si España es España, redescubrirá la sensación de la gloria. Como en Viena.