El 7 de enero de 2008, el cine Cruz Blanca emitió su última película, La brújula dorada, tras más de 50 años al servicio de los moralos y poniendo fin a más de un siglo de séptimo arte en la localidad. Con la caída del telón, se fue toda una institución que formaba parte de la vida local con su terraza de verano, los concursos de murgas, el festival de la risa y demás actividades que se celebraban en su socorrida sala.

Hoy, sólo quedan dos edificios fantasmas -aún siguen en pie los minicines Olimpo a pesar de que cerraron hace más de una década-, con sus respectivos carteles, para recordar que en el pasado allí hubo arte, allí hubo cine.

Hace un año, el impacto de la caída del telón se amortiguó un poco porque el Aula de Cine, de la Universidad Popular, continuó emitiendo películas de forma gratuita. De hecho, ésta fue la justificación que dio el Ayuntamiento a los últimos gestores del Cruz Blanca cuando intentaron buscar una solución y una implicación institucional para que Navalmoral no se quedara vacía de séptimo arte.

Pero un año después, tampoco hay Aula de Cine, que lleva desde el verano sin proyecciones. Desde la concejalía de Cultura explican que aún no saben si esta actividad se reanudará; de momento "se está estudiando la situación", dicen.

Mientras, son muchos los moralos que se lamentan. "Es una pena que se cerrara, sobre todo cuando tampoco hay Aula de Cine; nadie se ocupa de ello", se queja Paqui González, quien además está llena de recuerdos.

"Mi marido y yo, cuando éramos novios, íbamos todos los días al cine que costaba unas 10 pesetas. En aquella época, hace más de 30 años, dio mucha cultura a los jóvenes moralos y también creó sueños porque era la única forma de evadirse del pueblo", rememora González.

No hay duda, por otro lado, que las nuevas tecnologías habían provocado que la afluencia de usuarios fuera menor en el Cruz Blanca. "Sí que se notaba que venía menos gente, pero el cine se nutría sobre todo de niños para los que hacíamos pases", comenta uno de los gestores de los últimos tiempos.

Entre los años 1998 y 2007, Santiago Fernández, creador del cine Cruz Blanca y durante años administrador también otras salas moralas, alquiló el negocio al empresario madrileño Ricardo Quintana, quién cedió la gestión a un grupo de moralos. Tras la muerte de Fernández, sus herederos vendieron el inmueble a una constructora. Los cines Cruz Blanca esperan impasibles su futuro.