El 11 de julio del 2010, en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, el fútbol español logró el mayor hito de su historia. Se cumple, por lo tanto, una década desde que un gol de Andrés Iniesta en la prórroga ante Holada (1-0) llevara a la selección española a la cumbre del fútbol mundial. Fue un éxito que confirmó el título europeo de dos años antes en el torneo disputado en Austria y Suiza. En la siguiente Eurocopa, dos años después de la cita mundialista, España revalidó su corona en Polonia y Ucrania. Fue una época, en definitiva, de un esplendor nunca vivido por un fútbol español con un palmarés muy precario a nivel de selecciones.

Al recordado Luis Aragonés, en la Eurocopa del 2008, le correspondió el reconocimiento de pilotar el cambio de estilo de un equipo que apartó la épica, con el apelativo a una furia que poco tenía de arrolladora y sí mucho de tópico rancio, en favor de un juego de toque, más acorde con las características y la tradición del jugador español.

Vicente del Bosque cogió en Sudáfrica el relevo de Aragonés y, lógicamente, no se alejó del camino marcado. España se situó así en el peldaño más alto y ese cambio de imagen vino acompañado de una inevitable proyección internacional de jugadores y entrenadores. El fútbol español, tradicionalmente un mercado comprador, pasó a exportar talento a las principales ligas del mundo. El contexto globalizador que ha acompañado al deporte en las últimas décadas contribuyó a esa tendencia. De esta manera, el propio Iniesta apura hoy los últimos días de su carrera en Japón, algo que probablemente hubiera hecho también sin el gol tan recordado estos días. Pero su figura no tendría la dimensión planetaria que adquirió a partir del 2010.

La exportación de jugadores vino acompañada también de mayor interés en todo el mundo por una Liga que ya contaba, además, con las dos mayores figuras del planeta fútbol: Leo Messi y Cristiano Ronaldo, hoy en la Juventus tras su larga etapa en el Madrid. A mayor demanda, más ingresos a partir de la venta de derechos televisivos, algo que ha dado solvencia económica a la competición española.

No ha mantenido esa solvencia la selección. El declive se manifestó de forma abrupta en el Mundial de Brasil-2014 y desde entonces el combinado español se ha mantenido lejos de la excelencia manifestada en esa época. Seis de los 11 titulares en la final ya se han retirado y solo dos (Ramos y Busquets) aún son internacionales. El relevo generacional no ha llegado con resultados positivos, pese a que España sigue contando con un excelente vivero en las categorías de formación. Pero en aquellos años se conjuntó algo muy difícil de repetir: una gran calidad futbolística, un carácter competitivo y la unidad sin fisuras de un vestuario dirigido por un capacitado y discreto técnico que cedió el protagonismo a sus jugadores.