Con motivo del décimo aniversario hemos podido ver el homenaje que los americanos han hecho a sus víctimas muertas en las Torres Gemelas. Al ver esto pensé en lo que pasamos en España el 11-M. En este homenaje quise ver que todas las víctimas son de primera categoría y no de varias categorías, como pasa en otros lugares. Nos decían que por las calles de Washington y Nueva York, cada día que duró este evento se encontraban homenajes y tributos a los que ellos consideran héroes, recordando tanto a los bomberos, policías, etcétera, como a los pasajeros y trabajadores en las Torres, que dieron sus vidas por salvar la de otros.

Allí estaban los útiles de su trabajo, sus cascos quemados, sus herramientas maltrechas, etcétera, testigos del horror y de la dignidad y la entrega de los héroes del 11-S.

A la memoria y dignidad que EEUU ofrece a sus cerca de 3.000 asesinados, se suma la justicia, en la persecución a los culpables de la masacre desde el primer minuto, hasta finalizar con la captura y ejecución del cabeza pensante de los atentados, Bin Laden. Ante estos hechos y las comparaciones con España me venía a la cabeza la exclamación que hacía una de mis muchas sobrinas cuando algo le gustaba ¡me lo pido! , en este caso digo lo mismo me lo pido , me pido un país unido en la desgracia pero también en las alegrías.

Contrariamente las víctimas y sus familiares de la acción terrorista del 11-M de nuestro país llevan años reclamando memoria, dignidad y justicia para quienes, sin comerlo ni beberlo, el terror segó sus vidas.

En la Zona Cero de Nueva York, como testigos del horror y también de la dignidad y de la entrega de los héroes del 11-S, estaban los cascos quemados y sus herramientas maltrechas, además de las personas, para dar testimonio, pero al mismo tiempo como pruebas de lo que pasó. Aquí, los restos de los trenes y los vagones, de las ropas y otros enseres, etcétera, que se encontró en lugar de los atentados de Madrid en el 11-M, no sabemos nada. Cabe presentarse: ¿Dónde están? Por favor, más razones, mayor dignidad para las víctimas y menos política, no creo que sea pedir demasiado.

Pedro J. Piqueras Ibáñez **

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