El 11 de septiembre de 2001 cambió la concepción del mundo y del terror, que aumentó sus dimensiones y se hizo global. La venganza también. Estados Unidos se embarcó hace doce años en una cruzada contra el terrorismo en la que el 'ataque preventivo' era la justificación para arrasar países en nombre de su ficticia democracia. Si no han visto la película Teléfono rojo: Volamos hacia Moscú la tercera guerra mundial se desencadena por un general loco que decide poner en práctica esta política. Stanley Kubrick una vez más se convirtió en visionario. Pero la cosa no acabó en una divertida fiesta en el cuartel general de lanzamiento de misiles como en la película. Después del 11-S vinieron las torturas en Abu Ghraib y Guantánamo, curiosamente justificadas por otra cineasta como Kathryn Bigelow en La noche más oscura . Doce años después poco se ha avanzado. Osama Bin Laden fue ejecutado sin juicio, sin preguntas y con la connivencia total de la comunidad internacional, que cuando se trata de Estados Unidos mira hacia otro lado. Dicen que el conflicto con Siria va a ser otra cosa. Es curioso cómo un premio Nobel de la Paz como Obama puede acabar promoviendo un ataque militar. Estados Unidos no es la policía del mundo, aunque le gusta mucho jugar ese papel. Las Naciones Unidas en realidad no lo están tanto cuando se enfrentan a un sátrapa como Bashar al Assad . Mucho ataque quirúrgico y muchos drones pero lo cierto es que hay que parar las guerras cuanto antes. La diplomacia es un camino por el que todos hemos de transitar. Refrán: Con quien es cara de dos haces, ni guerras ni paces.