Escritor

Es una fecha malísima y de recuerdos nefastos. El primer 11 de septiembre, o sea el del derrocamiento de Salvador Allende, me cogió como economista en el gabinete técnico de los consejos económicos de Franco, y allí pasé un día amargo teniendo que oír toda suerte de jocosas gracietas por la suerte del pobre Salvador. La televisión de entonces, mucho más comedida que la de ahora, dió la noticia, y las imágenes eran las de unos aviones que bombardeaban el Palacio de la Moneda. Entonces en Extremadura no conocíamos a Miguel Rojas Mix, al que le cogió el golpe siendo secretario de estado o adjunto en un importante puesto. Hoy la mujer de Allende reconoce que la economía no les acompañaba. Yo creo que con Salvador Allende se terminaron los experimentos socialistas, y desde entonces nos ha salido a todos ese sarpullido de Miterrand, González, Blair, etcétera. Aznar está lejos de todo ésto. Ahora lo primero de todo es hacerse con los medios audiovisuales como sea y controlar férreamente todos los resortes del poder económico, y sobre todo tener la suerte que ha tenido este bigotudo, de tener los tipos de interés al tres por ciento. Lo demás se da por añadidura. Pero pónganse en una nación con los tipos de interés a cerca del 30%, y lo mejor que te pueda pasar es que te suicides. Los americanos con Kissinger hicieron lo demás como varios años después con Vasco Gonzalves en Portugal en una situación parecida, con la diferencia que Vasco era un ingenuo.

El otro 11 de septiembre, el de Bush, es el remate, o el que cierra una época que se da carpetazo a sí misma, y comienza otra que no sabe adonde va aunque crea lo contrario. Todas ellas son como anillos concéntricos que van rodeando cada vez más al ser humano hasta dejarlo inerme frente a Julián Muñoz y la Pantoja sin poder defenderte. Y encima llega Rajoy. Peor sobre lo peor.