WLw a convocatoria para mañana sábado, 15 de octubre, de actos de protesta en más de 600 ciudades de 69 países ratifica que el movimiento de los indignados, que tuvo su epicentro hace cinco meses en España, no fue algo anecdótico, marginal o efímero. Por el contrario, denota que crece el malestar de amplísimos sectores de las sociedades occidentales por las respuestas que sus respectivos gobiernos están dando a la crisis, y muy singularmente por su subordinación --cuando no llana sumisión-- a los intereses de las altas finanzas y los especuladores.

La dispersión social que siempre implican los meses de verano pudo haber llevado a la falsa impresión de que el 15-M español se había diluido y que las formidables movilizaciones de esta primavera no habían sido más que un desahogo. Pero el mar (y el mal) de fondo aumenta al mismo ritmo que lo hacen tanto las víctimas de la crisis como el descaro de quienes se enriquecen con ella. Así, la protesta en la calle ya no es patrimonio de unos apasionados españoles, sino que llega a sitios tan distintos como Tel-Aviv o Nueva York, donde Zuccotti Park es un emblema como lo fue la Puerta del Sol. Cinco meses después de su eclosión, el 15-M adopta nuevas formas y métodos y debe aprovechar la experiencia adquirida para saber incidir directamente en la vida política. No será fácil, y no cabe contar con el apoyo del establishment, pero no se puede desperdiciar tanta energía positiva.