Muchos nos preguntamos por cuál será la evolución del 15-M. Un movimiento que a los que vivíamos, por ejemplo, en Santiago en 1968 nos resulta poco novedoso. Permítanme que recuerde en unas líneas lo que pasó entonces: el 7 de marzo de 1968 cientos de estudiantes tomaron el Rectorado de la Universidad, en el que permanecieron, noche y día, una semana, hasta que la desconcertada policía (los okupas eran, en buena medida, los hijos de la gente bien de Galicia) acabó sacándolos de allí a palos; luego la Universidad permaneció cerrada durante un mes; después vino el mayo de París, que duró poquito y fue lógicamente más glamouroso, mientras que en Santiago la cosa duró, con alternativas, escaramuzas, detenciones, expedientes, apaleos, etcétera, hasta 1975.

Así que, pese a darme la impresión de haberlo visto ya, y con mucha mayor intensidad, si no estuviera tan decrépito como voy estando seguro que me acercaría por la Puerta del Sol, o por la más próxima avenida de Huelva de Badajoz, en la que supongo que habrán pululado mis 20 o 30 viejos amigos de todos estos festejos. Los mismos que, como actuación más persistente en el tiempo, estuvimos varios meses reuniéndonos todos los jueves por la tarde en la citada avenida --pleno centro de Badajoz-- para protestar por la guerra: estábamos frente a El Corte Inglés, pero nunca conseguimos que se nos unieran más de 7 u 8 despistados.

XPOR EL MOMENTOx, además de hacer historia, lo que parece que obsesiona a los del 15-M son unas cuantas demandas. Una, por ejemplo, la bien poco original de que hay que poner fin a la corrupción. Digo poco original porque no conozco a nadie que conozca a alguien que no diga lo mismo, ni, por otra parte, tenga la más mínima idea de como satisfacer un ansia tan aparentemente universal. Además, ¿a quién lo piden, a los Reyes Magos, al Gobierno del Estado, ...?

Otra demanda es la del cambio del sistema electoral, que es muy razonable pero que no genera, ni muchísimo menos, la misma unanimidad (tan absolutamente ficticia) de la anterior, sino que genera en muchos serias dudas. ¿Se trata de alejar nuestro sistema, aún más, del sistema americano o británico --democracias aparentes--, para acercarlo, aún más, al de la muy real (e inefable) democracia italiana, donde acostumbran arbitrar el gobierno del Estado partidos neofascistas, liguistas, meapilistas, coimistas, etcétera?

No corresponden, desde luego, a ninguna de las categorías anteriores ninguno de los dos partidos que, hoy en día, se beneficiarían en España del susodicho cambio, IU y el partido de Rosa Díez , del que, curiosamente, casi nadie recuerda muy bien el nombre que le pusieron, pero bien merece la pena hacer algunos comentarios sobre lo que ambos parecen entender estos días por arbitraje.

Los de Rosa decían antes de las elecciones que solo pactarían con los partidos que estuvieran de acuerdo con la reforma electoral que tanto puede beneficiar a ellos (perdón, a España), y con que la educación vuelva a ser competencia estatal. Ahora dicen, sin embargo, que han caído en la cuenta de que el alcalde del pueblo en el que pretenden pactar (arbitrar) no tiene competencias para eso y por tanto...

Peor es, sin embargo, lo de IU de Extremadura que, después de decir antes de las elecciones que ni por activa ni por pasiva facilitarían gobiernos del PP (lo que a mi parecer fue astuto porque les permitió pasar del 5 por ciento de votos), ahora han tenido la genial idea de hacer un referéndum entre ellos, no vinculante (toma democracia real ), para ver a quién apoyan. Supongamos (las cifras exactas no importan nada) que fueran 1.000 los apuntados al partido y 20.000 los que lo votaron. A mi entender entre los 20.000 ganaría sin lugar a dudas el apoyo al PSOE, pero es muy difícil predecir lo que ganará entre los afiliados. En resumen: nosotros le proponemos a usted cierta cosa, usted nos vota y luego nosotros, a toro pasado, refrendamos (que suena muy democrático) lo que nos dé la gana con el único fin de que el jefe supremo, en su inmensa sabiduría, arbitre una tercera. Es decir, su voto de usted, ese que nos ha dado, se lo puede meter usted por donde le quepa. ¡Qué vergüenza!