Desear un feliz y próspero año nuevo es una costumbre tan arraigada que nadie piensa en su trastienda. Los años son una adaptación cristiana del fraccionamiento del calendario solar. Pero no significan ciclos cerrados de vida, salvo que son necesarios para tabular la existencia en etapas cerradas para la construcción de la memoria. La concentración de sucesos positivos y negativos en un mismo año no debiera ser significativa más que del carácter de los acontecimientos mismos.

Dicho esto, el 2010 pinta muy mal para muchas cosas. Pero la culpa no es del calendario. La crisis económica traerá malas noticias, sobre todo el final del subsidio de desempleo para muchos trabajadores en paro que habrán agotado sus prestaciones. Como las casas no bajan de precio lo suficiente, la construcción no se reactiva. Y la ley de economía sostenible no es mucho más que un vademécum de buenas intenciones. El cambio climático tendrá que esperar y en Afganistán morirán y matarán más españoles en una guerra inevitable que no se puede ganar. ¿Merece la pena seguir?

Bueno. Hay las mismas posibilidades que cero de que el PP se haga mayor y responsable. Si no fuera radicalmente antirracista, pensaría en un problema genético de la derecha española. Está escrito: utilizan el aguijón, como el escorpión, solo porque lo tienen. Son responsables de una derecha sociológica dura e insoportable, rancia, antigua-

No hay años mágicos. Desear uno próspero --me parece una palabra esencialmente neocon-- es una rutina inevitable como comprar un décimo de Navidad creyendo que puede tocar el gordo. Pero, puestos a soñar, imaginemos el 2010: Zapatero confía en su partido, diseña estrategias compartidas, practica la autocrítica y deja de estar obsesionado con su falso buenismo estalinista. Rajoy ocupa el centro y rompe su disciplina con la Iglesia de Rouco Varela . Los banqueros quitan el sueldo a las hipotecas y el Gobierno deja de apoyar a los poderosos mientras los condena. La CEOE encuentra un líder que además de predicar da trigo. Gobierno y oposición dialogan sinceramente. Y España encuentra su sitio en Europa. ¿De verdad es posible un año así?