Durante un tiempo, tuve cierta fijación con la lectura de autobiografías. Recuerdo algunas, pocas, que dejaron marca en mi memoria. En todas, es inevitable, se notaba el tamiz, ahora indulgente, ahora inflexible, que mantenía en ese momento el autor consigo mismo. Un diálogo interior de complicada resolución.

Especialmente, en aquellos pasajes que relataban la parte menos auscultada de sus vidas, aquella que habría sobrevivido apartada de la luz pública. Es un género agradecido de leer, pero entiendo que tremendamente complicado de escribir. Quizás, porque como asegura Polanski, en el relato de tu existencia tienes que ser exacto para no hacer ficción. Y eso exige un ejercicio que obliga a rebuscar e indagar, cuyo resultado puede no ser agradable.

Siendo exactos, 2017 ha sido un año en que las predicciones económicas, que ya eran halagüeñas, se han visto sobrepasadas. El crecimiento en cifras se va a situar en el entorno del 3% del PIB (incluso, superior) cuando las estimaciones más optimistas hace un año hablaban de un máximo del 2,5 %. Esto ha supuesto la creación neta de más de 600 mil empleos, ahora que habíamos asumido un escenario de baja creación de empleo y que los tiempos del medio millón anual ya eran cuestión de otra época.

Es fácil concluir que la economía española ha cogido velocidad de crucero y que 2018 será una repetición del año que acabamos de cerrar. Es más, si hiciéramos una encuesta pública sobre el mayor riesgo económico obtendríamos como resultado -conjeturo- el riesgo político. Sin dejar de ser cierto, ciertamente incluso en un 2017 en el que una tormenta política (Cataluña) ha empañado asuntos de índole similar (liquidación del Popular), la política no ha lastrado el ritmo de crecimiento. Así que, por el momento, podemos dejarnos la política a un lado (con un poco disimulado suspiro de alivio).

Analizando las claves macroeconómicas, los datos para aventurar una inercia positiva en 2018 persisten. Al Partido Popular le ha tocado de nuevo el difícil proceso de embridar el déficit público, y este año ya cumpliremos con los criterios solicitados por Europa, con un déficit de aproximadamente el 3% del conjunto de las administraciones públicas. Un milagro, observando de dónde veníamos hace sólo un lustro. El sector exterior (exportaciones) sigue tirando, con lo que completa el círculo virtuoso de nuestra economía: crecimiento, control del gasto público y superávit comercial.

Cabría entonces responder a la pregunta de si esta fortaleza va a continuar y cuáles son los factores que sustentan un crecimiento sostenido. Pero, algo que debiera ser sorpresa general, nadie se lo está planteando. Parecemos habernos instalado en el convencimiento de un nuevo ciclo alcista, y que precisamente vivimos son los primeros compases. Comprueben lo rápido que se ha trasladado al consumidor el ciclo de inversión en el sector inmobiliario. Ya se empieza a hablar incluso de falta de suelo (un gran éxito en la «radiofórmula” del 2006).

El pesimismo no vende, y tampoco hay demasiados motivos para salir corriendo (por cierto, título de un informe de Lombard Odier sobre la evolución económica). Además, quiero considerarme un optimista, aunque sea desconfiado. Y esa actitud es la que obliga a rebuscar e indagar, aunque lo que encuentres no sea lo que deseabas.

De nuevo, obviando el riesgo político, España tiene dos problemas que incluso este ciclo positivo no ha mejorado: una ingente deuda pública y un alto índice de paro. Ambos son problemas estructurales que exigen más de un miniciclo de 2-3 años.

España tiene una alta dependencia exterior, y hasta ahora ha sido un salvavidas. Pero gran parte del crecimiento se basa, también, en cierta «devaluación» social que puede convertirse en un enorme problema en un abrupto cambio de condiciones, como una subida de tipos o un shock en los mercados de deuda soberana (ambos escenarios, más que posible). Seguimos siendo un país con demasiadas pequeñas y medianas empresas que no podrán soportar un escenario contrario en un plazo corto.

Ese error debe corregirse, pero no veo por ningún lado señales de una medición del riesgo correcta. Más bien lo contrario: la asunción de que los buenos tiempos han vuelto. La pregunta es si para quedarse.