"La sorpresa fue mayúscula. Llegar a Cáceres fue un descubrimiento, una revelación, de aquellas que suceden pocas veces en la vida. La ciudad es fascinante, enclavada en medio de una Extremadura que ostenta una injusta, mentirosa y hasta imbécil fama de 'región dura, inhóspita y de capa caída'. Cáceres es un lugar de embrujo, que no tiene nada que envidiar a esas monumentales y famosas ciudades italianas que, al caminar por sus calles, inducen a la depresión por tanta belleza. Elevada, con toda justicia, a ese trono inviolable de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO-" (Pablo Meléndez Hadda --Periodista Las sorpresas de Cáceres , Diario ABC, 5 de marzo de 2002) .

Esta cita me sobresaltó, me llamó muchísimo la atención cuando la leí por primera vez, por lo expresiva que es y porque hace pensar en aquella querida tierra de Extremadura, vituperada por aquella antañona situación que recogía la herencia maldita en la que nos situaban las injusticias sociales producidas por unos pocos, y a la que el autor llama injusta, mentirosa e imbécil fama, en la que incluye por otro lado la sorpresa de la ciudad de Cáceres a la que califica de fascinante.

A esa ciudad fascinante, a su ciudad antigua, el 25 de noviembre de 1986 la Comisión de Patrimonio de la UNESCO, por unanimidad de todos sus miembros, acordó incluirla en el catálogo de Bienes integrados en el Patrimonio Cultural de la Humanidad.

XESE HECHOx reconocía una realidad existente desde siglos atrás, que al no figurar en esa lista del Patrimonio de la Humanidad, no se le adjudicaban determinados derechos de protección legal previstos en las leyes.

Cuando una ciudad posee un conjunto histórico, que además es uno de los mejor conservados de Europa, ello viene a constituir una de sus principales señas de identidad.

Ese barrio activo y con una población que allí tiene sus relaciones y sus vivencias, posee una singularidad, que requiere un especial cuidado a la hora de la prestación de aquellos servicios públicos necesarios para la vida diaria.

Para contribuir a la solución de esos problemas, un grupo de ayuntamientos, fundaron en el año 1993 en la ciudad de Avila, el Grupo Español de Ciudades Patrimonio de la humanidad, que a partir de entonces asumiría la enorme obligación de cuidar de algo perteneciente a la cultura del mundo.

Este grupo plantea su existencia reivindicativa en orden a la obligación que tienen las instituciones, en la ayuda al cuidado Patrimonial y que por ley corresponde a la Unión Europea, a los Estados, comunidades autónomas y ayuntamientos respectivos.

Es importante destacar que sus objetivos son la defensa del patrimonio común de sus ciudades, la realización de proyectos de desarrollo, así como el intercambio de experiencias, asumiendo la obligación de planificar una política turística y de difusión de la imagen corporativa del grupo.

Se puede asegurar que en el camino recorrido ha sido mucho el cuidado y mucha la responsabilidad compartida por las ciudades de Avila, Salamanca, Segovia, Santiago de Compostela, Toledo y Cáceres fundadoras de ese grupo de ciudades situadas en la élite del Patrimonio de la Humanidad, a ellas se unirían más tarde las ciudades de Córdoba, Cuenca, Alcalá de Henares, Ibiza, San Cristóbal de la Laguna, Mérida y Tarragona.

El Grupo Español de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, constituye un medio importante para trabajar en común y ofertar en todo el mundo el conocimiento de ese Patrimonio Cultural. Con sus actuaciones, ha posibilitado que todas sus ciudades hayan sido incluidas en muchos de los programas de viajes organizados por empresas profesionales.

Recorrer estas ciudades es conocer la historia y las culturas que han estado presentes en España, puente universal entre las tres culturas religiosas de occidente. La cultura árabe, judía y cristiana se percibe en todas ellas a través de sus monumentos, sus obras de arte, su gastronomía y el sentir de las personas que las habitan, y quienes han tenido la oportunidad de visitarlas se han sentido gratamente sorprendidos al encontrarse en ellas con unos horizontes abiertos, no limitados por el urbanismo y además con una hostelería y una gastronomía original y de gran calidad.

Los que vivimos en lugares como estos, hemos de ser conscientes del privilegio que supone estar en un sitio que forma parte del Patrimonio Cultural del mundo, y esa situación constituye un sello de prestigio y un orgullo, pero que también conlleva una especial responsabilidad por poseer un legado histórico que no puede perecer y que hay que conservar para legarlo en las mejores condiciones

Cáceres el 28 de noviembre, cumple 25 años de su incorporación a la lista del Patrimonio de la Humanidad.