¿Cuántas veces has tenido que mirar hacia atrás cuando volvías a casa? ¿Cuántas veces has apretado el paso cuando caminabas por la noche? ¿Cuántas veces has sentido miedo? Más del 80 por ciento de las mujeres temen cuando regresan solas a sus hogares de noche. Esto no es algo casual. Además se ha demostrado que no solo le pasa a una, sino a la mayoría de mujeres, y esto responde a los abusos y ataques que sufrimos por el simple hecho de ser mujeres.

Los datos que arroja la Macroencuesta de Violencias Machistas publicada este año son escalofriantes. Una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia machista en nuestro país, lo que demuestra que la violencia hacia las mujeres no obedece a episodios violentos, sino que se trata de un problema estructural que no entiende de posición social o lugar de residencia.

Sin embargo, la violencia machista en los entornos rurales está mucho más invisibilizada que en las áreas urbanas. Según el estudio Mujeres víctimas de violencia de género en el mundo rural de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, realizada a mujeres usuarias de los servicios de atención de violencia de género de siete comunidades autónomas eminentemente rurales, entre las que se encuentra Extremadura, el 80 por ciento de esas mujeres consideran que existe machismo en el mundo rural; el 47 por ciento creen que las familias de sus parejas o ex parejas son machistas, y casi todas las mujeres entrevistadas declararon haber soportado maltrato durante una media de 20 años.

Las causas de esta invisibilización son múltiples, pero por encima de todo priman la dependencia económica de las mujeres víctimas de violencia y los determinantes culturales. En el mundo rural tiene mucho más peso “el que dirán” y “el que no se sepa”. Pero también influye el control social y familiar, ya que ese mismo estudio de FADEMUR refleja que la violencia machista no se percibe en las áreas rurales como un problema social y estructural, sino como una cuestión del ámbito familiar. A esto hay que sumarle el desconocimiento, en muchas ocasiones, de los recursos de protección. Por eso, es tan importante que la atención a las mujeres víctimas de violencia machista cuente con los recursos suficientes, que existan oficinas de igualdad en cada municipio que puedan atender y acompañarlas y que se apoye institucionalmente a los colectivos que día a día se están dejando la piel para combatir la violencia machista. Y, también, las movilizaciones y la respuesta colectiva del movimiento feminista, así como las miles de mujeres que, a lo largo de todo el planeta, han levantado la voz ante la persistencia de esta violencia y han mostrado su solidaridad con las mujeres afectadas.

Una sociedad justa no puede consentir que una mujer tarde más de 20 años en romper el círculo de la violencia machista. Una sociedad plena no puede permitir que 1 de cada 2 mujeres sufran algún tipo de esta violencia. Una sociedad igualitaria no puede construirse bajo al miedo de la mitad de su población al volver a casa. Todas, y todos, juntos, podemos rechazar y comprometernos con la erradicación de la violencia contra las mujeres para conseguir un mundo más justo.

Secretaria de Feminismos de Podemos Extremadura