THtace 30 años, estábamos en un país sin libertades y sin democracia, en un país profundamente centralista y dictatorial, en una España brutalmente desequilibrada en lo territorial y con gravísimas carencias no sólo en lo social, en lo educativo o lo cultural, sino en los referentes más básicos de empleo o, sencilla y cruelmente, en cuanto a la falta de agua, por una profunda incomunicación y una extrema exclusión. Una situación de incomunicación, abandono y dependencia que Extremadura sentía cruelmente formando parte de una frontera profunda, mientras padecíamos especialmente por nuestro carácter de productores y exportadores de energía pura: nuestra gente, nuestros recursos sin transformar y la electricidad. El panorama era aún más duro y cruel --en España y Extremadura-- que estas palabras, que parecen sonar muy fuertes. Pero son aún más fuertes y duras cuando en otra parte de Europa un cruel telón de acero escondía otras gravísimas carencias y falta de libertades. Y mientras tanto se seguía construyendo una Europa económica y de libertades, un espacio democrático que aspiraba a ser más grande y más solidario. Una Europa que constituía para España mucho más que un anhelo y una aspiración. ¿Qué ha pasado en esos treinta años? Aquel brutal telón de acero cayó y se reconstruye un espacio nacional y plurinacional en el Este, aunque no exento de dificultades, contradicciones y carencias. La Europa democrática y de libertades se ha extendido hacia el Oeste, hacia el Norte y hacia el Este, ampliando no sólo su ámbito territorial sino su campo de actuación en materias económicas, sociales y medioambientales, pero sobre todo ampliándose y significándose especialmente en materia de cohesión interterritorial.

En España se conquistó la libertad y democracia a pesar de golpes y amenazas; nos conformamos en un espacio vertebrado constitucionalmente, diverso y autonómico, pero sobre todo solidario. Un espacio en el que se cubrieron sobradamente las cuestiones básicas, pasando de ser espacio de emigrantes a territorio de inmigrantes. Un Estado autonómico que forma parte --y plenamente-- de la UE. También en ese tiempo los desequilibrios territoriales se atenuaron profundamente. Advertimos que las fronteras eran para Extremadura una oportunidad y vimos que éramos capaces de decidir y transformar la realidad. En ese tiempo hemos sentido como pocos países y hemos sentido como pocas regiones el aliento solidario de Europa. Nunca supusimos, ni siquiera en un Estado democrático y autonómico, que pudiéramos recibir un apoyo de tal magnitud, si no hubiera sido por nuestra pertenencia a la UE.

Abastecimientos y carreteras, educación, cultura y prestaciones sociales nos dotaban de condiciones básicas y suficientes para construir y transformar en libertad. Pero incluso así, en el campo y la industria, en los pueblos, comarcas y ciudades los fondos europeos nos ofrecían nuevas posibilidades para imaginar y construir el futuro.

El día 20, como español y extremeño, me sentiré ciudadano europeo y votaré libre y democráticamente. Lo haré por un espacio común sin fronteras y que nos preserve de excluyentes veleidades nacionalistas y de movimientos xenófobos y terroristas. Ese día votaré por la paz y la libertad, por una espacio solidario socialmente y en profunda transformación. Ese día votaré por la preservación de nuestros recursos naturales y el medio ambiente para los hijos de nuestros nietos mientras se genera empleo y riqueza. El próximo domingo votaré por la cohesión y la solidaridad interterritorial que seguimos necesitando y que otros necesitan aún más que nosotros.

El domingo, día 20 de febrero --próximo a un malhadado 23-F-- votaré por estos treinta años con un decidido y comprometido .

*Geógrafo de la Uex