TSteñora ministra de Vivienda:

Le escribo desde Extremadura cabreado con su equipo de periodistas que, tras un año a su vera, no han sido capaces de hacer un inteligente plan de comunicación, que enhebre sus comparecencias en instituciones del Estado y ruedas de prensa con los temas de su ministerio, que afectan tanto a las personas y al bolsillo. Usted tiene las ideas muy claras pero, en su difusión pública, tienen que seguir un ritmo, unas pausas, un orden, que, considerando las interpretaciones de los distintos sectores sociales, la programación general del Gobierno y el respeto a los ciudadanos, destinatarios últimos de su mensaje, han de basarse en unos contenidos claros y rotundos que, ni el plumilla más depravado, y contra usted muchos ya se han quitado la careta, pueda tergiversar o mal interpretar.

El equipo de comunicadores que cobra de su ministerio no se está ganando el sueldo, o quizá sí, pero sirviendo más a Moncloa que al organismo al que pertenecen. Parece que fue ayer cuando hacía usted las maletas, estimada ministra y, desde el convencimiento de poder prestar el mejor servicio a su país, salía de la tierra portando el mejor equipaje: un potente proyecto social, esperanza de los ciudadanos menos favorecidos y temor de los poderes fácticos que controlan el mercado del suelo y el inmobiliario.

Aunque en todo hay excepciones, no se debe generalizar, el proyecto social que bullía en su cabeza y en su corazón, señora ministra, iba a toparse con los peores enemigos: gentes organizadas y capaces de domesticar y dirigir el discurso de los medios, vía mercado publicitario o desde la influencia directa como accionistas, contra quienes osen perturbar sus negocios multimillonarios. Ha pasado un año y es tiempo de balances. Yo quiero decirle que como extremeño me siento orgulloso de su presencia en el Consejo de Ministros. Tiene que saber también que los ciudadanos de a pie están esperanzados en que su gestión pueda facilitarles, de hecho, lo que la Constitución consagra: viviendas dignas y a su alcance. Reconozca con humildad sus errores para demostrar, una vez más, su grandeza como persona y de origen extremeño. Sea implacable ante los contrarios y con los enemigos de la justicia social. Olvide a los plumillas que cobran por insultar cumpliendo las doctrinas de sus medios. Distinga el noble oficio de periodista del nuevo rol ejercido por una casta de hipócritas que han inundado los medios. Sobre todo, siga adelante. ¡Y el que no haya vivido nunca en 30 metros cuadrados que tire la primera piedra! Con mi admiración, atentamente.

*Periodista