TNto, no es un número cifrado del Código da Vinci, ni la clave de nada. Es, sencillamente, el número de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas hasta esta fecha, en España. Treinta y dos mujeres que, por valientes, por gritar ¡basta ya!, quiero rehacer mi vida lejos de ti, han pagado con su vida el egoísmo, los celos enfermizos y el complejo de inferioridad, solapado como posesión, de sus parejas. No soportan que se los aparte de su vida, que no deseen vivir a su lado. En el fondo son personas frustradas, posesivas, violentas y, por qué no decirlo, malas. La asesinan para que no sea de otro. Eso es maldad. Porque un hombre sensato, seguro de sí mismo y en su sano juicio, no mata a su pareja por creer que va a perderla. Las mujeres nos preguntamos ¿hasta cuándo?

Las víctimas femeninas sufren palizas, vejaciones, amenazas verbales. En muchos casos, los maltratadores no respetan la orden de alejamiento.

Las diversas medidas que se han adoptado para evitar esta lacra social no han dado los resultados esperados. De acuerdo que la violencia de género ha existido siempre, entonces, ¿por qué ahora parece tener más incidencia? Se conoce más que antes gracias a los medios de comunicación social que lo divulgan. Se da con más frecuencia porque la mayoría de las mujeres tienen un trabajo y no necesitan continuar en la casa, aguantar los malos tratos como antes por carecer de medios para subsistir por ellas mismas. Y porque, afortunadamente, las leyes han cambiado y las mujeres cuentan con el apoyo de la justicia y de otras instituciones.

La violencia machista no para, no es exclusiva de un estatus social ni de una raza o nacionalidad. Puede tocar en cualquier familia. No importa la edad de la víctima ni si tiene hijos pequeños. Los maltratadores no respetan nada.

A veces, después de realizar la agresión, se dan cuenta de su crimen o de que ya sí que la han perdido para siempre e intentan suicidarse. Lástima que no hubieran empezado por ahí.