Ahora se cumplen siete lustros desde que don Juan Carlos fuera proclamado Rey de España, cuya gestión ha posibilitado, según Hugo Thomas , una "maravillosa innovación monárquica", subrayando que el país se ha beneficiado de la más grande transformación de toda su historia. Lo que ha sido posible porque ha sido símbolo de la unidad y permanencia del Estado social y democrático de Derecho, a pesar de los avatares acontecidos, con una trayectoria intachable. Algunos se han ruborizado como cuando, tras su erróneo pronóstico de que iba a ser un rey de paja, con paso fugaz por el trono, ha sucedido todo lo contrario, dado su prolongado reinado, en que la nación ha podido admirarlo, porque no sólo ha estado atento a sus deberes constitucionales, sino que, cuando las cosas se pusieron feas, en el 23-F, daría una lección de gallardía y solvencia defendiendo los derechos y libertades del pueblo, tras 40 años de dictadura. Y sigue siendo la clave de bóveda que sostiene la estabilidad y el sosiego de todos, tras ser zarandeada España por guerras civiles, magnicidios, atentados, pronunciamientos militares y golpes de Estado.

Puede decirse, pues, que no ha habido período histórico tan fecundo como el presente, cuyos logros causan admiración, como, por ejemplo, la adhesión a la Comunidad Europea, el ingreso en la OTAN, el haber hecho factible el nacimiento de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, etcétera. Tales éxitos y otros muchos evitaron que otro prohombre de turno volviera a decir aquello de Ortega : "No es eso, no es eso". Sino al contrario, ya que con la vuelta a la Monarquía se inició el mejor período de paz ciudadana, bajo un sistema democrático, legítimo y estable. Una monarquía que lidera un personaje que reconcilió a las dos Españas, que arropó la transición del autoritarismo franquista a una plena democracia, dejando el lastre de su retraso secular, que sabe arbitrar y moderar, que es el mejor vendedor de nuestros valores y que es cercano al pueblo, que lo quiere y respeta, como lo respetan todas las cancillerías, y se le da un puesto de honor en todas las cumbres iberoamericanas, aunque en alguna no tuviera empacho en lanzar a Hugo Chaves el famoso "Por qué no te callas?". Viajero incansable, su palabra se ha escuchado en todos los foros del mundo, defendiendo los intereses de España. De todo ello se deduce que toda veleidad en postular cambios políticos para la jefatura del Estado sería demasiado arriesgado.