Una de las más precisas reflexiones sobre el Mayo del 68 la ha formulado el filósofo francés Edgar Morin: «Aquello fue más que una simple protesta, pero menos que una revolución». Cincuenta años después de los hechos que agitaron el panorama social y político francés, nos planteamos qué queda de aquel movimiento estudiantil y obrero, y en qué cambiaron las cosas tras el «gran estremecimiento», en palabras del sociólogo Pierre Bordieu, que tuvo el epicentro en Francia y que con más o menos diferencias se produjo también en otros lugares: desde los Estados Unidos, con el trasfondo de la guerra del Vietnam, hasta México, Italia, Alemania o la Primavera de Praga. Las turbulencias de Mayo del 68 -nacidas del situacionismo y la contracultura, de la insatisfacción burguesa y el descontento popular- introdujeron la idea de un nuevo tipo de estructura social de factura libertaria, una crítica al sistema capitalista que valoraba la importancia del individualismo con un cambio de costumbres que se concretó en el lema La imaginación al poder. Cincuenta años después, la evocación de aquel mes histórico -de sus antecedentes y de sus consecuencias, de su legado ideológico- se debate entre la nostalgia y la revisión de un movimiento que, a la larga, ha sido engullido como un icono pop por el propio sistema que se combatía. Queda la destrucción de los corsés morales pero también el asentamiento de un neoliberalismo económico que es, asimismo, hijo del 68.