WLwa conmemoración en Moscú del 60 aniversario de la capitulación de la Alemania nazi no ha servido para avanzar en la cohesión política y moral de Europa. Han vuelto a aflorar viejas cicatrices. Polacos y bálticos no olvidan, por ejemplo, que la derrota de Adolf Hitler en vez de traerles una liberación significó el inicio de una nueva y larga servidumbre bajo la URSS. Por otra parte, aunque la Unión Europea se muestre tan acomodaticia ante quienes gobiernan en Moscú, muchos europeos se niegan a cerrar los ojos y ser acríticos con una Rusia escorada hacia el populismo y el despotismo.

Con todo, el aniversario ha sido otra oportunidad para que Europa haya recordado y revisado su agitado pasado. Una buena noticia es que, España, demasiado tiempo ausente de estas reflexiones colectivas, en esta ocasión ha sabido estar en su sitio. Por fin un presidente del Gobierno ha homenajeado en público y a escala internacional a las víctimas españolas de Hitler. Era un gesto de reconocimiento a la memoria de los republicanos españoles que se les debía desde hace demasiado tiempo. Y llega en buen momento, porque sólo la construcción de la UE revitaliza y concreta las esperanzas que generó la derrota del nazismo.