Un día más, un año más, es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Es probable que, a pesar de nuestros esfuerzos y de las muchas campañas de sensibilización que hemos puesto en marcha, muchas personas no tengan noticia de este día como sí la tienen de otros muchos. La explicación es muy sencilla: no tenemos nada que celebrar y tampoco nos gustaría tener noticia de él.

Sin embargo, la realidad y las circunstancias nos obligan a proclamar todos los años la difícil situación que sufren millones de mujeres en el mundo: la humillación, la explotación, la falta de dignidad con la que son tratadas... y, sobre tan implacables realidades, la terrible violencia que hace que miles de mujeres mueran todos los años a manos, fundamentalmente, de sus maridos o compañeros.

Lamentablemente, escribir sobre estas cosas es tan doloroso como necesario; aún peor, es poner de manifiesto una de las facetas más insoportables y vergonzosas del género humano, de una parte del género humano sobre la otra. Como tan clara y abiertamente expresa la pregunta de la campaña que hemos emprendido este año desde el Instituto de la Mujer de Extremadura, debemos plantearnos: ¿a qué esperamos para acabar con la violencia? y debemos hacerlo por muchas razones: porque se lo debemos a ellas, a sus hijos e hijas, a sus familiares y, cada una y cada uno de nosotros tiene la responsabilidad y el compromiso de responder a esta pregunta. Esta inexcusable responsabilidad ante la violencia contra las mujeres es de toda la sociedad. Es de quienes utilizan perversamente la imagen de la mujer para el beneficio de sus empresas y el suyo propio; de quienes frivolizan con los malos tratos y la muerte de las mujeres; de quienes, a sabiendas de que su vecina o amiga sufre malos tratos, prefieren mirar hacia otro lado; de quienes se empeñan en reducir a un problema doméstico lo que, en realidad, es el más doloroso, humillante y grave problema social de nuestro país; es en definitiva, de quienes consentimos vivir en una sociedad que debería hacer mucho más por acabar con esta denigrante situación.

XEN NUESTROx país, la Ley Integral contra la Violencia de Género va a cumplir el próximo mes de diciembre cuatro años. Aun siendo evidente que con su desarrollo se están dotando de financiación y se están poniendo en marcha infraestructuras y servicios que eran y son imprescindibles para acabar con la violencia de género, todavía no hemos sido capaces de conseguir el objetivo urgente y final de contenerla. Nunca será posible hacerlo sin un apoyo y voluntad social firme y responsable, si no nos creemos capaces de lograrlo, porque si bien es cierto que, a veces, nuestros esfuerzos no se corresponden con los resultados deseados, ni tan siquiera operan con la celeridad que la sociedad y los responsables públicos desearíamos, no lo es menos que una sociedad más digna e igualitaria sólo la merecen quienes tienen la generosa voluntad de creer en ella y obrar en consecuencia.

La ancestral desigualdad entre mujeres y hombres, en donde se halla el origen de la violencia, ha marcado y sigue marcando nuestras vidas. Pero si como género humano y como personas hemos demostrado históricamente ser capaces de afrontar y superar difíciles retos de convivencia, ahora debemos poner nuestra más firme determinación en construir individual y colectivamente una sociedad más equitativa, justa y democrática. Y esto jamás será posible mientras sigamos tolerando este insoportable, constante y cotidiano goteo de violencia, muerte y asesinatos de mujeres sin que nuestra conciencia, social e individual, apenas se conmueva.

Pero pese a todo, pese a las difíciles circunstancias que hacen que la violencia contra las mujeres no termine de acabar de una vez para siempre, debemos seguir luchando con la misma energía, debemos seguir denunciando y trabajando en la plena seguridad de que hace mucho que emprendimos el camino más correcto, el que, con el compromiso y el necesario cambio de actitud de toda la sociedad, nos procurará la satisfacción de ver cómo nuestros hijos e hijas son educados en plena igualdad de oportunidades para que esta absurda, injusta y cruel violencia, forme parte del pasado cuanto antes.