T rimestralmente es noticia, por desgracia cuando sube, pero también cuando baja. En primer lugar no hay que confundir abandono escolar temprano con fracaso escolar. Técnicamente el abandono escolar temprano en España equivale al abandono tras la ESO, con o sin la obtención del graduado, o al abandono de un ciclo formativo de grado medio o del Bachillerato, es decir, que se carezca de titulación de Enseñanza Secundaria Superior. El estudio se realiza entre los jóvenes de 18 a 24 años.

Por el contrario, el fracaso escolar es el hecho de no lograr el título académico mínimo obligatorio de un sistema educativo, es decir, sin ESO.

En este caso la noticia es buena, tanto para España en general, como para Extremadura en particular, no por la cifra, aún sangrante, pero sí por el recorte experimentado, aunque el MECD se equivoque al sumar.

En España, el abandono escolar temprano bajó al 19,4% en el tercer trimestre del año según la Encuesta de Población Activa (EPA). En lo que va de año 2016, esta tasa ha descendido un 0,6%, mientras que si tomamos como referencia los últimos 12 meses, el descenso es de 1,2 puntos.

La tasa de abandono escolar temprano se sitúa en el 23,2% entre los hombres, y en el 15,4% entre las mujeres. El objetivo en el 2020 es llegar al 15% en total.

En Extremadura, hemos pasado del catastrófico 32,6% en 2012 al 21,4% en el tercer trimestre de 2016. Esto es bajar 11,2 puntos en tan solo cuatro años, y para que se hagan una idea, la segunda comunidad que más bajó fue Ceuta y Melilla con 8,7 puntos. Si consideramos los 6 años de franja de la edad objeto de estudio, quiere decir que nuestros jóvenes que en 2010, año de la crisis, tenían dieciocho años, fueron los primeros en cambiar la tendencia.

Quizá no solo sean las políticas educativas, también el contexto social, económico, político y la salida al mercado laboral pudieran influir y es sólo combatiendo el abandono desde todos los frentes, no exclusivamente el educativo, donde está la solución. Por eso, es especialmente importante que nuestros políticos se pongan de acuerdo para alcanzar un Pacto de Estado por la Educación y no perderse en “rufiandades” estériles de patio de colegio que no defienden a los ciudadanos, si no a sus intereses.