La guerra ideológica con la que el presidente de EEUU, Barack Obama , tuvo que lidiar en su primer mandato tiene ahora una segunda parte. Esta guerra, en la que los republicanos quieren reducir el papel del Estado y el de las contribuciones fiscales más altas mientras que los demócratas están por la defensa de los programas sociales y la subida de impuestos a los más ricos, ha puesto a EEUU al borde del abismo en varias ocasiones, la última hace apenas dos meses. Ahora el debate se centra en una cura de austeridad de 65.000 millones de euros en los próximos siete meses, calificada de "secuestro del presupuesto".

El enfrentamiento es tan duro que los republicanos están dispuestos a aceptar un drástico recorte en el presupuesto de defensa y los demócratas a hacer lo propio en cuestiones de sanidad o educación, pero acompañando estas medidas con un aumento de la presión fiscal en línea con la propuesta del atípico multimillonario Warren Buffett . Pero ni así. La falta de acuerdo implica la bajada de medio punto del crecimiento económico y la pérdida de 750.000 puestos de trabajo. El Gobierno y las instituciones de una gran potencia como la estadounidense no pueden estar pendientes de este tipo de amenazas a plazo fijo y de reuniones salvadoras en el último minuto. Las palabras acuerdo o consenso parecen haber desaparecido del lenguaje de los congresistas. La economía del país sale perjudicada, y en general esta actuación desacredita a la democracia.