A José Mujica y a Porfirio Lobo les une solo el coloquial Pepe con que se les conoce y el haber entrado en política siendo muy jóvenes. En cuanto al resto, la distancia es enorme, la misma que hay, y no solo geográfica, entre los dos países latinoamericanos, Uruguay y Honduras, en los que ambos fueron elegidos presidentes este domingo. MIentras, el uruguayo Pepe Mujica, del izquierdista Frente Amplio, es un exguerrillero tupamaro de larga trayectoria revolucionaria, con 14 años de cárcel a sus espaldas y seis heridas de bala en el cuerpo, que vive en una pequeña granja en las afueras de Montevideo. El hondureño Lobo es un terrateniente que encabeza el Partido Nacional, que aglutina a la derecha.

Si la victoria de Pepe Mujica se produce en un marco de absoluta normalidad en un Uruguay que enterró hace tiempo los duros años de violencia y de dictadura militar, la de Pepe Lobo llega en medio de una gravísima crisis institucional que se refleja en la existencia ahora mismo de tres presidentes en Honduras, el legal, Manuel Zelaya, que permanece refugiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa después de ser objeto de un golpe militar hace cinco meses; el presidente de facto, Roberto Micheletti, promotor del golpe contra el primero, y el electo, Lobo, que no asumirá el cargo hasta finales del próximo mes de enero.

En unas condiciones tan particulares, era difícil que los comicios del domingo pudieran celebrarse con total libertad. Desde su asilo, Zelaya pidió a los suyos la abstención para deslegitimar el resultado. Sin embargo, su llamamiento no fue escuchado en la medida que él confiaba. Con una participación mayor de la esperada, el mensaje de los electores parece ser el de querer superar la crisis. Aun siendo ello comprensible cuando la situación económica hondureña se está deteriorando día a día entre otras causas por el descenso de los compromisos internacionales con ese país, ni la elección ni el resultado resuelven la legitimidad del proceso electoral.

La crisis empezó cuando Zelaya, siguiendo la estela de su amigo Hugo Chávez o de Alvaro Uribe, quiso convocar un referendo para modificar la Constitución de modo que le permitiera aspirar a un nuevo mandato. El Tribunal Supremo, el Congreso y el Ejército se opusieron y promovieron el golpe que lo derrocó y lo echó del país. En Uruguay las cosas han transcurrido de muy diferente manera: el presidente saliente, Tabaré Vázquez, también del Frente Amplio, con un alto porcentaje de aceptación popular, se ciñó a lo que está escrito en la Constitución: un mandato y punto.

Esta es la gran diferencia entre ambos países, el respeto a la ley fundamental del Estado o el considerar al Estado como una finca particular.