El Gobierno pretende añadir varias reformas a la actual Ley del Aborto. Como era de esperar, los antiabortistas enseguida se han echado a la calle para manifestarse contra estas nuevas aplicaciones legislativas; y de paso contra el aborto en cualquiera de sus circunstancias. Y esto último es lo que choca, ya no sólo porque al PP los antiabortistas nunca recriminaron los abortos legales realizados --más de 500.000-- durante su mandato, sino porque el aborto es un tema complejo para enfocarlo desde una única perspectiva.

El domingo pasado, al ver en televisión las imágenes de la manifestación antiabortista realizada en Madrid, me pregunté cómo reaccionaría cualquiera de aquellas personas si un día se les presentara en su casa su hija adolescente con un embarazo no deseado, o fruto de una violación --por desgracia ese ocurre y ninguna mujer está exenta de ser elegida--. ¿Aconsejarían a la niña abortar o se resignarían a aceptar la espinosa situación y seguirían adelante, por muy traumático que fuese para la joven? ¿Y si también les comunicaran que el embarazo conllevaba un riesgo para la salud de la gestante que incluso podría causarle la muerte, o que el feto habría de nacer con graves taras físicas o psíquicas? ¿Qué harían? Sé que estoy yendo demasiado lejos, pero lamentablemente todo esto podría ocurrir.

Supongo que una de las contestaciones sería: "Abstinencia". Pero eso es algo que pueden olvidar fácilmente dos jóvenes enamorados cuando se ven a solas. Y ya no hablemos de la imposibilidad de abstinencia que tiene una mujer forzada.

También me pregunté cuántas de aquellas personas utilizarían métodos anticonceptivos para evitar embarazos no deseados, ya que el Papa predica activamente que sólo hay que practicar sexo para procrear. Pero hoy la mayoría de los matrimonios que se definen católicos practicantes, al igual que el resto, no suelen tener más de dos hijos. ¿Serán abstinentes o desoyen la recomendación del Papa?