El silencio del Vaticano, frente al apoyo de la iglesia católica hondureña al golpe de Estado del dictador Roberto Micheletti, viene a confirmar que el Vaticano sigue sin apoyar las democracias. Prefiere la fuerza de las armas de las dictaduras para expandir la fe por decreto y obtener privilegios de mano de dictadores, que el poder de unas urnas que les deparan un poder incierto. Hoy como ayer, prefieren apoyar y llevar bajo palio a este nuevo Pinochet, Videla o Franco que al carpintero de Nazareth. Su respeto a la vida y a la dignidad humana termina cuando se trata de apoyar a dictadores. No hay excomunión para quien reprime, asesina y aborta la vida a su pueblo.

Los cristianos no pueden estar con quien apoya la violencia y el asesinato. Y hace falta que los pobres, el pacifico pueblo cristiano que padece la tiranía de cualquier dictador arropado por el clero, se rebele y haga una labor de ´evangelización de evangelizadores´ hacia el clero católico: curas, obispos, cardenales y Papa, para que se conviertan a Cristo y sean auténticos cristianos, y no meros mercaderes del templo que especulan con el pecado, excomuniones y condenaciones a los pobres y cuelan el camello a los ricos. El carpintero de Nazareth nos dejo su legado bien claro: "bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Lucas 6-20". Sobran templos, encíclicas, ceremonias e intermediarios a sueldo entre Dios y los hombres. No esperemos una verdadera paz en el mundo, mientras existan religiones que en nombre de Dios permiten que unos creyentes se hagan ricos a costa del trabajo y la ignorancia de otros creyentes, dividiendo la sociedad en ricos y pobres, provocando cuartelazos armados para disputarse el poder para oprimir al pueblo. Nos corresponde a los pobres tomar el testigo que nos dejo Jesús de Nazareth, y a cada uno de nosotros, ser su representante.

Un obrero de iglesia pobre.

Antonio C. Martín **

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